Los anuncios de la Pasión. En este día, 23 de septiembre de 2018, celebramos el Domingo 25 del Tiempo Ordinario, Ciclo B, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Marcos (9, 30-37), el cual presenta el segundo anuncio de Jesús acerca de su Pasión y Resurrección, la reacción desatenta y ambiciosa de los discípulos y las enseñanzas de Cristo acerca del liderazgo cristiano. Los anuncios de la Pasión en San Marcos, son parte fundamental de su Evangelio y son acompañados por la incapacidad de los discípulos para comprender el plan salvífico de Dios. En esta etapa de su travesía por Galilea, camino hacia Jerusalén, Jesús ya no se dirige a la multitud, sino que enseña a sus discípulos cómo va a realizarse su mesianismo: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará» (Mc 9, 31). Al hablar Jesús de que va a ser entregado, pensamos en la traición de Judas: «Entonces Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos sacerdotes para entregárselo» (Mc 14, 10). También recordamos su entrega ante Pilato: “Pronto, al amanecer, prepararon una reunión los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y, después de haber atado a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato (Mc 15, 1). Jesucristo pretende grabar en los corazones de sus discípulos que su camino no es de gloria, éxito y poder, sino que conduce al rechazo y la crucifixión para poder llegar a la resurrección. Sin embargo, los discípulos ni le entienden ni se atreven a preguntarle cómo se llevará a cabo ese proyecto de Dios Padre, acerca del mesianismo de Jesús. La primera lectura de hoy, es del libro de la Sabiduría (2, 12. 17-20). Se trata de un preanuncio de la Pasión de Cristo, ya que presenta la actitud de los malvados condenando a muerte ignominiosa al hombre justo, porque los molesta y los reprende por sus faltas a la Ley.

El más importante. Jesús llega con sus discípulos a Cafarnaúm y, en la intimidad de la casa, les preguntó acerca de la discusión que habían entablado en el camino. Ellos se quedaron callados, porque en el trayecto habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces, Jesús llamó a los Doce Apóstoles y se sentó tomando la posición típica del maestro que va a enseñar algo muy importante, con gestos y palabras llenas de autoridad. La primera actitud que les invita a asumir es esta: «Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». El discípulo de Jesús ha de renunciar a ambiciones, honores y vanidades. En su grupo nadie ha de pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar el último lugar, ponerse al nivel de quienes no tienen poder ni ostentan rango alguno. Y, desde ahí, ser como Jesús, el servidor de todos, como les demostró en el lavatorio de los pies de la Última Cena. La segunda actitud, Jesús la ilustra con un gesto simbólico entrañable. Pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del grupo, para que aquellos hombres ambiciosos se olviden de honores y grandezas y pongan sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa y cuidado. Luego abrazó al niño y les dijo: «El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me recibe a mí, recibe al Padre que me ha enviado».

Los líderes cristianos. La comunidad cristiana que acoge a los pequeños e indefensos está enseñando a acoger al mismo Jesús. Sin embargo, nuestros criterios humanos no coinciden ordinariamente con los de Jesucristo. Para nuestra sociedad actual, las personas importantes son las que han alcanzado prestigio y éxito en algún campo de la vida, que han logrado sobresalir obteniendo el aplauso de muchos, como los líderes políticos, los artistas y deportistas de moda. El auténtico liderazgo cristiano ha de caminar totalmente contra corriente, asumiendo los criterios de Jesús y no los del mundo. Los líderes cristianos debemos respetar las instituciones y las autoridades legítimamente constituidas, pero hemos de evitar los protagonismos y concretizar la opción preferencial por los pobres, a través de programas y acciones que ayuden a los más débiles y necesitados a descubrir, en carne propia, la misericordia de Dios.

+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa