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Crónica del Poder

El primer mandamiento. En este día, 4 de noviembre de 2018, celebramos el Domingo 31 del Tempo Ordinario, Ciclo B, en la Liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Marcos (12, 28-34), cuya primera parte dice así: “Uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: ‘¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?’ Jesús le respondió: ‘El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos”. Después de su entrada triunfal en Jerusalén, Jesús se vio envuelto en varias controversias con los sacerdotes y los fariseos. Sin embargo, en esta ocasión, se trata de un escriba respetuoso y sin intención de tenderle una trampa. Su pregunta versa sobre cuál era el más importante de los 613 preceptos de la Ley de Moisés. La respuesta de Jesús combina dos citas del Antiguo Testamento (Dt 6, 4-5 y Lev 19, 18), subrayando así su ortodoxia, como maestro judío, y manifestando su deseo de llegar al fondo de las cosas.

Actitud del Escriba. El relato evangélico continúa: “El escriba replicó: ‘Muy bien, Maestro. Tienes razón cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y que amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Con toda honestidad, el escriba avala la pureza de la doctrina de Jesús sobre el amor a Dios y al prójimo, apoyada en las palabras de Moisés en el “Shemá, Israel” (“Escucha, Israel”) que los judíos recitan en la oración matutina. De esta manera, Jesús no anula las antiguas Escrituras, sino que les da un sentido más espiritual y universal. A lo largo de su historia, el pueblo de Israel fue comprendiendo que Dios, solamente por su amor gratuito, se le reveló y lo eligió como pueblo suyo. Jesús agrega como segundo mandamiento el amor al prójimo como a uno mismo. Sólo en la medida en que cada uno experimenta un sano amor a sí mismo, como creatura nacida del amor de Dios, hecha a su imagen y semejanza, es capaz de amar a los demás con un amor auténtico. Jesús muestra claramente que hay dos mandamientos que siguen un cierto orden. Sin embargo, los dos en definitiva son uno solo, porque el amor vale más que todos los holocaustos y sacrificios.

El amor se aprende. Todos los seres humanos aprendemos a amar a lo largo de la vida. Por eso es tan importante y definitiva la actitud y responsabilidad de los papás y mamás, quienes amando a sus hijos los educan para vivir el amor. Cuando esto es una realidad, los hijos corresponden con facilidad amando y respetando a sus padres. Solamente las personas que se saben amadas son capaces de amar. Quienes se dedican a la educación de los niños y jóvenes, en cualquier ámbito de la ciencia y de la fe, deben enseñar a amar a sus alumnos a través de su testimonio y de sus actitudes de respeto y cariño. Amar al prójimo como a uno mismo, implica un aprendizaje que consiste en saber escuchar sus penas y necesidades, así como compartir con generosidad y desinterés el tiempo y los propios bienes. El amor a Dios es también algo que se aprende. El apóstol Juan enseña que el amor consiste no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo como víctima de expiación, para el perdón de nuestros pecados. El mismo Juan dice que si Dios nos ha amado de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. Es imposible amar a Dios si no se ama al prójimo. La fe en el amor de Dios encierra la llamada y la obligación de responder al amor divino mediante un amor sincero. El primer mandamiento nos ordena amar a Dios sobre todas las cosas y a las criaturas por Él y a causa de Él (CEC 2093). Ordinariamente ofendemos al amor de Dios mediante la incredulidad, la indiferencia, la ingratitud, la tibieza, la pereza espiritual y el odio, el cual tiene su origen en el orgullo.

+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa

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