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Crónica del Poder

El pasado 29 de marzo de 2019, se llevó a cabo en diferentes diócesis del mundo la jornada “24 horas para el Señor”. Se trató de una celebración penitencial para experimentar la misericordia de Dios a través del sacramento de la Reconciliación dentro de un ambiente de oración, escucha de la Palabra de Dios y reflexión.
La jornada de este año tuvo como lema “YO TAMPOCO TE CONDENO” (Jn 8, 11). Con estas palabras Jesús se refiere a la mujer adúltera que estaba a punto de ser lapidada por sus contemporáneos y le muestra el rostro misericordioso de Dios. A diferencia de aquella multitud que se había reunido para juzgar y condenar, Jesús ofrece su infinita misericordia, como una oportunidad para acoger la gracia y comenzar una vida nueva.
En Roma, la Jornada comenzó con una celebración penitencial presidida por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro. En su homilía, el obispo de Roma citó un famoso comentario de San Agustín sobre el capítulo 8 de San Juan que habla de Jesús y la adúltera. Al final de la historia dijo, quedaron sólo ellos dos: la miserable y la misericordia”. En el sacramento de la confesión se vive también hoy este encuentro de salvación.
La jornada de las 24 horas forma parte de las diferentes iniciativas que, en todo el mundo, la Iglesia Católica ofrece a sus feligreses como preparación espiritual para la Pascua. El encuentro con la misericordia divina nunca nos deja igual de cómo nos encontró, siempre nos ofrece nuevos caminos para reencontrar la vida. “El amor de Dios es siempre más grande de lo que podemos imaginar, y se extiende incluso más allá de cualquier pecado que nuestra conciencia pueda reprocharnos” (Papa Francisco).
El amor de Dios es la misma esencia divina. San Juan, en su primera epístola así define a Dios: Dios es amor (1 Jn 4, 8), el amor de Dios, agrega el mismo apóstol, consiste en esto: “No en que hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4, 10).
El amor de Dios busca afanosamente que el pecador se convierta y viva eternamente. Se trata de un amor misericordioso, un amor que se conmueve ante nuestras miserias y perdona con una gran generosidad nuestros pecados. También es un amor gratuito; este amor no se obtiene por nuestros méritos sino que proviene únicamente de la benevolencia divina.
El alegre mensaje que Cristo vino a revelarnos fue este: Dios ama a todas las personas, las ama con un amor increíble, un amor paciente y misericordioso, un amor absolutamente gratuito; un amor que desea la salvación y la vida eterna para todos sus hijos.
El pecado por su parte, es lo que nos aparta de Dios y de los hermanos; Nos roba la alegría y la paz; nos divide interiormente y desfigura el rostro de Dios que hay en cada bautizado. El pecado nos hace rebeldes y nos llena de falsas seguridades. El pecado está en la raíz de todos los males.
Ante esta realidad desafiante del pecado está la misericordia infinita de Dios, que sale a nuestro encuentro para renovar nuestra vida y hacernos criaturas nuevas delante de él. No debemos olvidar que en el corazón de Dios nunca se apaga la misericordia y Dios nos ofrece siempre una oportunidad para empezar de nuevo.
Durante este tiempo de cuaresma, todos los decanatos de la Arquidiócesis de Xalapa, ofrecen diversas iniciativas para encontrarse con la misericordia de Dios, ¡no hay que desaprovecharlo! Como fue el caso de las “24 horas para el Señor”, en estos días previos a la Semana Santa, los sacerdotes ofrecen jornadas de confesiones, Todos los presbíteros de alguna zona pastoral, asisten a alguna parroquia para administrar el sacramento de la Reconciliación con Dios a todos los fieles que lo soliciten.
Es conveniente disponerse interiormente para este encuentro sacramental con Dios, cuya pascua celebraremos al final de la cuaresma. Es tiempo de renovarnos interiormente, de encontrarnos con la misericordia de Dios y de experimentar la reconciliación con Dios y con nuestros hermanos.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes