Esta es la noticia contada por los evangelios que resuena en todos los hogares cristianos a partir del domingo de Pascua: ¡verdaderamente ha resucitado el Señor! Cristo ha vencido la muerte y vive en medio de nosotros.
La fiesta de la Pascua es la celebración más importante de todo el año litúrgico, en ella se funda nuestra fe. Es una fiesta de luz ya que el Señor resucitado nos ilumina y ayuda a entender todos los acontecimientos.
A la luz de la resurrección los primeros discípulos empezaron a comprender todas las palabras y las acciones que había realizado Jesús, pero también empiezan a releer su propia vida y su futuro. Con su resurrección, Cristo pone en nuestros corazones una inmensa alegría, nos da esperanza y llena de amor nuestras vidas.
Son varios los relatos evangélicos que nos refieren lo que sucedió el primer día de la semana, el día de la resurrección. El día siguiente, después del sábado, María Magdalena fue al sepulcro muy de mañana, cuando todavía era de noche. Recordemos que según los preceptos de la ley judía, durante el shabat judío no se podía hacer nada. Por eso sólo cuando ya ha terminado el día, estando todavía de noche, María se pone en movimiento para ir al sepulcro.
Cuando llega a la tumba se da cuenta de que la losa había sido quitada del sepulcro. Con ello se nos quiere dar a entender que la resurrección de Jesús fue un acontecimiento inesperado para los discípulos. Ellos habían creído que con la muerte todo había terminado, no habían comprendido los anuncios de Jesús sobre la resurrección.
En este sentido la resurrección resultó algo completamente novedoso pues no había sucedido antes. La resurrección de Jesús rebasó todas las expectativas y por eso existen varios intentos de explicarse por qué no estaba el cuerpo de Jesús. Fue necesario que Jesús en Persona se apareciera a los discípulos y diera muestras de que estaba en medio de ellos.
La resurrección revela el sentido de la pasión y de la muerte de Jesús. Sin la resurrección, la muerte de Jesús hubiese sido un acontecimiento dramático, una derrota del proyecto de Jesús, un final sin esperanza. Con la resurrección en cambio, se alcanza una comprensión distinta de la muerte del Hijo de Dios.
La resurrección de Jesús nos muestra el valor de su pasión, gracias a la resurrección comprendemos que la muerte en cruz, lejos de ser una derrota es más bien una victoria del amor. Con la resurrección comprendemos mejor la misión pastoral de Jesús. Él es el buen pastor que ha dado su vida por las ovejas, como él mismo lo dijo (Jn 10, 11). “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos (Jn 15, 13).
Por lo tanto podemos decir sin miedo a equivocarnos que Jesús vivió su pasión con un gran amor y entrega; por eso el Padre lo resucitó y obtuvo una nueva vida, que no es la terrena; ahora Jesús posee la vida eterna y ha triunfado sobre la muerte de una vez y para siempre.
Hacemos votos para que la experiencia pascual de la comunidad cristiana impregne nuestro interior y se vea en nuestra vida. Que este sentimiento de gozo del primer día de la semana que cuentan los evangelios, esté presente en nuestros pensamientos, en nuestras miradas, en las actitudes y los gestos, en las palabras y en todas nuestras expresiones para que seamos también nosotros testigos de la resurrección. ¡Felices fiestas de resurrección!
Parte del comunicado del Pbro. José Manuel Suazo Reyes.