Apariciones del Resucitado. En este día, 28 de abril de 2019, celebramos el Segundo Domingo de Pascua, o de la Misericordia, Ciclo C, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Juan ((20, 19-23), el cual inicia así: “Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz esté con ustedes’. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría”. La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de la fe cristiana, y representa, junto con la Cruz, una parte esencial del Misterio Pascual. Además del signo fundamental, que es el sepulcro vacío, la resurrección de Jesús es atestiguada por sus apariciones a las mujeres, a Pedro, a los Doce Apóstoles y a muchos testigos más, incluyendo, posteriormente, a Pablo de Tarso. El escenario del episodio de hoy, es el lugar de reunión de los discípulos en Jerusalén. La referencia a las puertas cerradas por miedo a los judíos, pone de relieve lo extraordinario de la aparición y alude a la persecución vivida por la comunidad cristiana de Jerusalén. El saludo como deseo de la paz es habitual entre los judíos y se refiere al conjunto de todos los bienes deseables. Jesús acompaña este saludo con el expresivo gesto de mostrarles las manos y el costado, como signos de su sacrificio. La presencia de Jesús Resucitado despierta la alegría de los discípulos.
Mandato misionero y Espíritu santo. El texto evangélico prosigue: “De nuevo les dijo Jesús: La paz esté con ustedes. Como el Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo. Después de decir esto sopló sobre ellos y les dijo: Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”. El cuarto evangelista concentra aquí el envío de los discípulos, el don del Espíritu Santo y el poder de perdonar los pecados, que los sinópticos desarrollan en otros lugares. El evangelista Juan utiliza el relato tradicional sobre la aparición de Jesús a los discípulos en Jerusalén, para mostrar que las promesas acerca del retorno de Jesús se están cumpliendo en ‘la hora’ de su exaltación y glorificación. El hecho del envío se especifica con la donación del Espíritu Santo, para el perdón de los pecados. El soplo de Jesús simboliza el Espíritu Santo como principio de vida. Cristo resucitado da a los discípulos el Espíritu que realiza como una recreación de la humanidad. Quien posee desde ahora este principio de vida ha pasado de la muerte a la vida y no morirá jamás.
Perdón de los pecados. El gesto del Resucitado de soplar sobre los discípulos es un símbolo casi sacramental para expresar la efusión del Espíritu Santo, que los capacita para ejercer el ministerio del perdón o de la retención de los pecados. Algo parecido mencionan los Hechos de los Apóstoles (2, 1-4): “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente vino del suelo un ruido, semejante a una ráfaga de viento impetuoso, y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y posaban sobre cada uno de ellos: Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu los movía a expresarse”. El don de perdonar los pecados se expresa en la fórmula semítica de ‘perdonar-retener’, o de ‘atar-desatar’ de San Mateo. Este poder de la Iglesia sobre el pecado, se refiere en primer lugar a la remisión de los pecados mediante el Bautismo. Sin embargo, incluye también el poder de perdonar los pecados a los cristianos que hayan caído después del Bautismo, a través del Sacramento de la Reconciliación, como lo ha interpretado siempre el Magisterio de la Iglesia. La presencia del Espíritu Santo indica la fe trinitaria, como se percibe en la fórmula de la absolución del Sacramento de la Confesión: “Dios, Padre misericordioso, que reconcilió el mundo consigo por la muerte y la resurrección de su Hijo, y envió al Espíritu Santo para el perdón de los pecados, te conceda por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa
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