La glorificación. En este, día 19 de mayo de 2019, celebramos el Quinto Domingo de Pascua, Ciclo C, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Juan (13, 31-35) el cual inicia así: “Cuando Judas salió del Cenáculo, Jesús dijo: ‘Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará”. En la Última Cena, Jesús se despide de sus discípulos. Comienza con el lavatorio de los pies, anuncia la traición de Judas, el cual se marcha, e inicia el discurso de la despedida que es un verdadero testamento espiritual para sus Apóstoles. El texto expresa la glorificación de Jesús a través de su pasión y muerte en cruz. Jesús será entregado, condenado y crucificado, pero también plenamente glorificado. San Juan contempla el misterio de la salvación como una “glorificación del Hijo del hombre y del Padre». La ‘Hora de Jesús’ ha llegado y se trata del momento trascendental en que Jesús pasa de este mundo al Padre, el cual es auténticamente glorificado cuando Jesús es exaltado en la cruz. El tema de la glorificación de Dios y de Jesús es frecuente en el Evangelio de Juan. Glorificar viene de ‘gloria’, una palabra que en el Antiguo Testamento se refería a la manifestación visible y poderosa de Dios en la historia. Por tanto, cuando Jesús habla de que Dios va a ser glorificado, está diciendo que se va a manifestar en todo su esplendor y poder en el mundo. Los judíos esperaban que Dios se hiciera presente rodeado de grandeza y majestad. Sin embargo, su gloria, es decir su más profunda identidad, se manifiesta a través de su Hijo Jesús muerto en la Cruz y exaltado en su Resurrección.
Un mandamiento nuevo. El texto evangélico continúa: “Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”. Esta es la única vez que Jesús llama ‘hijitos’ a sus discípulos y los consuela diciéndoles que todavía estará un tiempo más con ellos. En ese contexto de ternura y amistad, Jesús les da un mandamiento nuevo. La palabra mandamiento tiene el sentido de encargo, de mandato. Así como la Alianza del Sinaí tenía los diez mandamientos como estipulación fundamental, la Nueva Alianza tiene el mandamiento del amor fraterno como cláusula principal. El contenido de este nuevo mandamiento es el amor de unos para con otros, un amor semejante al de Cristo, es decir, un amor hasta el sacrificio, hasta dar la vida por los hermanos. El cumplimiento de este mandamiento nuevo verificará la identidad de los auténticos discípulos de Cristo, ya que será su carta de presentación. Ya no basta amar al prójimo como a uno mismo sino al modo de Jesús. Este mandamiento es nuevo porque no está fundamentado en los mandamientos del amor, propios de la tradición judía, sino en la entrega hasta la muerte de Jesús. El amor de Cristo a sus seguidores, ha de ser la fuente y el modelo de toda respuesta al amor de Dios y la única manera de amar plenamente a nuestros prójimos.
La civilización del amor. Al invitarnos a construir la civilización del amor, la Iglesia Católica, mediante su doctrina social, dice: “Jesús nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana y de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor. El comportamiento de la persona es plenamente humano cuando nace del amor, manifiesta el amor y está ordenado al amor. El Compendio de la doctrina social de la Iglesia, afirma: “El amor debe estar presente y penetrar todas las relaciones sociales. Este amor puede ser llamado caridad social o caridad política y se debe extender a todo el género humano. El amor social se sitúa en las antípodas del egoísmo y del individualismo. Para plasmar una sociedad más humana, más digna de la persona, es necesario revalorizar el amor en la vida social, a nivel político, económico y cultural, haciéndolo la norma constante y suprema de la acción. Sólo la caridad puede cambiar completamente al ser humano, por ser el mayor mandamiento social, porque respeta al prójimo y sus derechos, porque exige la práctica de la justicia y porque inspira una vida de entrega de sí mismo” (cf. CDSI 581-583).
+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa
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