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Crónica del Poder

Cómo conseguir la vida eterna. En este día, 14 de julio de 2019, celebramos el Domingo 15 del Tiempo Ordinario, Ciclo C, en la Liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Lucas (10, 25-37) cuyo inicio dice: “Se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: ‘Maestro, ¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna?’ Jesús le dijo: ¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? El doctor de la ley contestó: ‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo’. Jesús le dijo: ‘Has contestado bien; si haces eso, vivirás”. Este relato de controversia, contiene la pregunta de un doctor de la ley sobre cómo conseguir la vida eterna, el cuestionamiento de Jesús acerca de lo que dice la ley a un experto de ella, y la respuesta de ese escriba que cita los libros del Deuteronomio (6, 5) y del Levítico (19, 18). Finalmente, la felicitación de Jesús al doctor de la ley y su mandato de comportarse de esa manera para alcanzar la vida eterna.

¿Quién es mi prójimo? La narración evangélica prosigue: “El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: ‘¿Y quién es mi prójimo?’ Jesús le dijo: ‘Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: ‘Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso”. En el Libro del Levítico, el prójimo era fundamentalmente el israelita, perteneciente al pueblo escogido por Dios, y su amplitud llegaba solamente al extranjero que vivía en medio de ese pueblo. La parábola de Jesús presenta un caso extremo, para que sus discípulos entendieran que el mandamiento del amor no tiene límites. Así, compara la actitud egoísta de dos ministros del culto en el templo de Jerusalén, con la pronta y decidida generosidad de un samaritano, tan despreciado por los judíos. El camino de Jerusalén a Jericó es una bajada de 23 kilómetros de distancia. En él, eran frecuentes los asaltos cometidos por algunos bandidos. El sacerdote y el levita pasaban por ser prototipos de los judíos piadosos pues ambos pertenecían, en grado diverso, al sacerdocio israelita. El samaritano actúa movido por la compasión, sin preocuparse de la ley, ya que su amor es desinteresado, personal y eficaz.

Ser misericordiosos. Lucas concluye su relato: “¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones? El doctor de la ley le respondió: ‘El que tuvo compasión de él’. Entonces Jesús le dijo: ‘Anda y haz tú lo mismo”. Desde la fe cristiana, la misericordia es la única reacción verdaderamente humana ante el sufrimiento ajeno, la cual, una vez interiorizada, se convierte en principio de acción y de ayuda solidaria para quienes sufren. La misericordia es el principio fundamental de la actuación de Dios, el cual configura toda la vida y la misión de Jesús. Ante el sufrimiento, nada hay anterior a la misericordia, ya que es el principio al que se ha de subordinar todo lo demás. Una Iglesia auténtica es la que se parece plenamente a Jesús y, por eso, ha de ser esencialmente samaritana, capaz de reaccionar ante el sufrimiento de las gentes con misericordia. Hoy se le pide a la Iglesia que sea buena, que tenga entrañas de misericordia, que no discrimine a nadie, que no dé rodeos ante los que sufren, que ayude a quienes padecen heridas físicas, morales o espirituales. Por eso, antes de discutir sobre credos o ideologías, debemos preguntarnos a qué nos dedicamos, a quiénes amamos y qué hacemos en concreto por esos hombres y mujeres que necesitan la ayuda de alguien cercano (J.A. Pagola).

+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa

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