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SinEmbargo.mx / Diana Ramírez Luna

El día que le dispararon a Colosio es un libro que reúne diversas perspectivas en torno al hecho, sin embargo, más que eso, me atrevería a decir que es un punto de convergencia en donde el verdadero protagonista es el año de 1994 y no la figura del político asesinado en dicho año, como podría pensarse.

Nueve relatos con diversos tintes que retratan diferentes cotidianidades que en 1994 se vivían en México, diferentes caras del país relatadas también desde distintas edades definen la forma en que es recordada la muerte del candidato. Desde la niña Zel Cabrera que identifica a Mario Aburto con Scar (The lion king) hasta los padres primerizos que eran Ramiro Padilla y Miguel Barquiarena nos muestran una amplia gama de cómo resignificamos la muerte y algunos hechos históricos, según las condiciones en las que nos ha tocado vivir.

En su relato “Colosio y Ruiz Massieu entre libros”, Édgar Krauss rememora su juventud pletórica de libros y enmarcada en librerías, pues hay que decirlo, los libros son el móvil de este texto, no obstante, también señala aquel 1994 como el detonador de la violencia y otros males actuales. Como buen historiador, nos aporta datos útiles para unir cabos sueltos y recordar algunas de las trastadas políticas que el PRI ha cometido desde tiempos inmemorables.

Luis Donaldo Colosio Murrieta en una imagen del 21 de marzo de 1994, durante su campaña por Hidalgo. Dos días después, el 23 de marzo, el candidato del PRI a la Presidencia de México, recibió dos balazos mortales al terminar un mitin en la colonia Lomas Taurinas de Tijuana, Baja California. Foto: Archivo, Cuartoscuro

Claudia Guillén nos habla del sentido de orfandad del que fue víctima al enterarse de la noticia del asesinato de Colosio en “El candidato”, así como del desasosiego que experimentó ante la muerte de alguien poderoso, aparentemente intocable. Para la narradora, ensayista y promotora cultural, Colosio representaba una amenaza y la traición al poder, lo cual lo llevó a tener el fin que ya conocemos.

En “Necroturismo”, la voz de la dramaturga Tristana Landeros es la de una estudiante de licenciatura de clase media que estaba más preocupada por qué comer y aprobar sus materias que por asuntos políticos, sin embargo, nos narra cómo recuerda el momento en el que se enteró de los hechos, pues al parecer, el tiempo se detuvo por unos momentos en todo el país.

Sin duda, mi relato predilecto es “El paso de la Historia con mayúscula” de Luis Felipe Lomelí, pues se trata de una narración desenfadada con tintes de cuento en la cual nos contextualiza de manera velada acerca de la condición del país en 1994, pero sobre todo, nos cuenta cómo era la vida de un estudiante de clase baja en una universidad privada, cuáles eran sus hábitos y preocupaciones, siempre desde el humor y lejos del dramatismo. Un texto que no sólo es divertido, sino redondo en su estructura.

Por su parte, la poeta Zel Cabrera nos regala un texto donde la inocencia es el principal ingrediente, ya que casi podemos escuchar la voz la niña que fue en “1994”, donde nos cuenta cómo su padre le habló de la muerte por primera vez y de cómo identificó el nombre de Mario Aburto con el del malvado tío de Simba, Scar. Zel nos deja con una frase dramática, pero certera: “a veces enunciar la verdad tiene sus consecuencias. La honestidad y la política no van de la mano.”

En “¿Qué tan importante fue Colosio?”, Ramiro Padilla especula acerca de lo que pudo haber sido y por qué, según su perspectiva, las cosas no hubieran cambiado aunque Colosio hubiera llegado al poder. Asimismo, compara al candidato con personajes como el papa Francisco y López Obrador. Él también nos regala una frase importante: “Porque democracia también es cambio”.

Colosio Murrieta recibió un homenaje de cuerpo presente en la sede del PRI de la Ciudad de México, que se convirtió en un reclamo furioso contra el entonces Presidente Carlos Salinas de Gortari. Oficialmente, un “asesino solitario”, Mario Aburto, provocó la muerte del candidato. Foto: Archivo, Cuartoscuro

Para Rodrigo Pámanes la muerte de Colosio no fue más importante ni tuvo mayor impacto que la de cualquier otro ser humano, además de que sigue sin entender el hecho de que haya tantas esculturas, calles, parques, escuelas, etc., que lleven el nombre del político. “Generación C: Colosio, música, cine y mis Reebok Pump” es un texto lleno de subjetividad e intimidades, como él mismo lo dice, pero también de cuestionamientos, memoria y arte en donde nos muestra el panorama cultural y deportivo de 1994.

“La muerte de Colosio llegó en un vocho blanco”, de Adriana Romero-Nieto, es una crónica adolescente, cuyas preocupaciones se limitaban a las de cualquier joven de esa edad: vestir a la moda, pasar las tardes con la mejor amiga y espiar de vez en cuando al chico de nuestros sueños. Con la metáfora del vocho que queda inservible, digno del deshuesadero, Adriana cierra este relato acerca de cómo el país se ha ido desmoronando de a poco.

El relato de Miguel Barquiarena, otro de mis favoritos, es una alegoría de la gestación de su hijo, así como de los días previos a darles la noticia a sus padres y de cuando éstos se enteraron. “Una situación embarazosa” es un texto donde, además de narrarnos la situación por la que el autor atravesaba con su novia, se lee la ingenuidad de los diecisiete años que tenía entonces.

Editado por Casa Editorial Abismos y con prólogo de la editora y escritora, Sidharta Ochoa, se trata de una radiografía no sólo del país, sino de las diferentes mentalidades, ideologías y personalidades que habitan en el territorio mexicano, así como de la forma de enfrentar lo inevitable de la muerte.