Ley antigua y Ley nueva. En este día, 16 de febrero de 2020, celebramos el Domingo 6 del Tiempo Ordinario, Ciclo A, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Mateo (5, 17-37) cuyo inicio expresa: “Jesús dijo a sus discípulos: No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud”. En el contexto del Sermón de la montaña, Jesús manifiesta cuál es el verdadero espíritu de los mandamientos, nos da la interpretación definitiva de la Ley y cuatro de las seis antítesis referentes a esos mandamientos. Hoy habla sobre el homicidio, el adulterio, el divorcio y los juramentos. Cumplir los mandamientos de acuerdo con su verdadero espíritu es un llamado a la verdadera fidelidad a Dios, la que nace del corazón. Es en el interior del hombre donde se fraguan las actitudes más auténticas y radicales del ser humano, donde surgen las opciones más fundamentales. Esta es la exigencia mayor de la ley cuando es llevada a su plenitud por Jesús: no basta no matar sino que es necesario no enojarse ni insultar; no basta no cometer adulterio sino que es necesario no desear la mujer ajena; no basta legalizar el divorcio sino que es necesario evitarlo para evitar exponerse al adulterio; no basta no jurar en falso o cumplir a Dios lo que se le ha prometido con juramento, sino que debe hacerse innecesario el juramento ante la confiabilidad y coherencia de las personas que son honestas en sus pensamientos, palabras y acciones. En resumen, la interpretación evangélica de la Ley, según Jesús, manifiesta la genuina exigencia de la voluntad de Dios.

El Antiguo Testamento. La Ley y los Profetas en el Nuevo Testamento es una expresión que sirve para referirse al Antiguo Testamento o a la Antigua Alianza. La Ley, en sentido amplio, puede abarcar todo lo anterior, aunque ordinariamente designa el Pentateuco, es decir, los primeros cinco libros de la Biblia atribuidos de forma general a Moisés: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. En sentido estricto, la Ley es la revelación enseñada por Dios a Israel para regular su conducta: “Y qué nación hay tan grande cuyos preceptos y normas sean tan justos como toda esta Ley que yo les expongo hoy” (Dt 4, 8). Toda la religión de Israel será regida por una visión global de la Ley o Torá, cuyo primer sentido es ‘instrucción’ y se caracterizará por incluir en ella lo referente al culto y a la conducta humana, inspirada por una creciente conciencia de la Alianza con Dios, que la ha propuesto y sellado. La revelación de Dios y la enseñanza transmitida por los textos antiguos y por los Profetas animarán cada vez más la vida entera del pueblo. Los libros de los Profetas del Antiguo Testamento junto con la Ley y los libros Sapienciales integran la Sagrada Escritura. Jesús declara haber venido para dar plenitud a la Ley y los Profetas mientras que Pablo explica cómo la Ley de Moisés es reemplazada por la fe en Jesucristo.

La Nueva Alianza. El relato evangélico prosigue: “Les aseguro que, si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entraran ustedes en el Reino de los cielos”. Jesús no ha venido a destruir la Ley ni a consagrarla como intocable sino a darle con su enseñanza y su modo de actuar una forma nueva y definitiva, en la que se realiza en plLEY ANTIGUA Y LEY NUEVA

Ley antigua y Ley nueva. En este día, 16 de febrero de 2020, celebramos el Domingo 6 del Tiempo Ordinario, Ciclo A, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Mateo (5, 17-37) cuyo inicio expresa: “Jesús dijo a sus discípulos: No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud”. En el contexto del Sermón de la montaña, Jesús manifiesta cuál es el verdadero espíritu de los mandamientos, nos da la interpretación definitiva de la Ley y cuatro de las seis antítesis referentes a esos mandamientos. Hoy habla sobre el homicidio, el adulterio, el divorcio y los juramentos. Cumplir los mandamientos de acuerdo con su verdadero espíritu es un llamado a la verdadera fidelidad a Dios, la que nace del corazón. Es en el interior del hombre donde se fraguan las actitudes más auténticas y radicales del ser humano, donde surgen las opciones más fundamentales. Esta es la exigencia mayor de la ley cuando es llevada a su plenitud por Jesús: no basta no matar sino que es necesario no enojarse ni insultar; no basta no cometer adulterio sino que es necesario no desear la mujer ajena; no basta legalizar el divorcio sino que es necesario evitarlo para evitar exponerse al adulterio; no basta no jurar en falso o cumplir a Dios lo que se le ha prometido con juramento, sino que debe hacerse innecesario el juramento ante la confiabilidad y coherencia de las personas que son honestas en sus pensamientos, palabras y acciones. En resumen, la interpretación evangélica de la Ley, según Jesús, manifiesta la genuina exigencia de la voluntad de Dios.

El Antiguo Testamento. La Ley y los Profetas en el Nuevo Testamento es una expresión que sirve para referirse al Antiguo Testamento o a la Antigua Alianza. La Ley, en sentido amplio, puede abarcar todo lo anterior, aunque ordinariamente designa el Pentateuco, es decir, los primeros cinco libros de la Biblia atribuidos de forma general a Moisés: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. En sentido estricto, la Ley es la revelación enseñada por Dios a Israel para regular su conducta: “Y qué nación hay tan grande cuyos preceptos y normas sean tan justos como toda esta Ley que yo les expongo hoy” (Dt 4, 8). Toda la religión de Israel será regida por una visión global de la Ley o Torá, cuyo primer sentido es ‘instrucción’ y se caracterizará por incluir en ella lo referente al culto y a la conducta humana, inspirada por una creciente conciencia de la Alianza con Dios, que la ha propuesto y sellado. La revelación de Dios y la enseñanza transmitida por los textos antiguos y por los Profetas animarán cada vez más la vida entera del pueblo. Los libros de los Profetas del Antiguo Testamento junto con la Ley y los libros Sapienciales integran la Sagrada Escritura. Jesús declara haber venido para dar plenitud a la Ley y los Profetas mientras que Pablo explica cómo la Ley de Moisés es reemplazada por la fe en Jesucristo.

La Nueva Alianza. El relato evangélico prosigue: “Les aseguro que, si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entraran ustedes en el Reino de los cielos”. Jesús no ha venido a destruir la Ley ni a consagrarla como intocable sino a darle con su enseñanza y su modo de actuar una forma nueva y definitiva, en la que se realiza en plenitud aquello hacia lo que ella conducía. La Justicia nueva o perfecta debe ser superior a la de los escribas y fariseos. Jesús no ha abolido la Ley del Antiguo Testamento, entendida como revelación viva, sino que la ha llevado a su pleno cumplimiento. Aunque se somete a ella, él sitúa los preceptos en relación con la exigencia de la conversión interior del corazón y se opone al legalismo de su tiempo que los supervaloraba indistintamente. Jesús la resume en el doble precepto del amor a Dios y al prójimo, manifiesta cuál es el verdadero espíritu de los mandamientos y ofrece la interpretación definitiva de la Ley de Moisés.

+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa
enitud aquello hacia lo que ella conducía. La Justicia nueva o perfecta debe ser superior a la de los escribas y fariseos. Jesús no ha abolido la Ley del Antiguo Testamento, entendida como revelación viva, sino que la ha llevado a su pleno cumplimiento. Aunque se somete a ella, él sitúa los preceptos en relación con la exigencia de la conversión interior del corazón y se opone al legalismo de su tiempo que los supervaloraba indistintamente. Jesús la resume en el doble precepto del amor a Dios y al prójimo, manifiesta cuál es el verdadero espíritu de los mandamientos y ofrece la interpretación definitiva de la Ley de Moisés.

+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa

 

Foto de Elsbeth Lenz