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Crónica del Poder

La resurrección de Lázaro. En este día, 29 de marzo de 2020, celebramos el Quinto Domingo de Cuaresma, Ciclo A, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Juan (11, 1-45) que presenta la resurrección de Lázaro como el más grande los signos o milagros de Jesús. De acuerdo con la temática de los domingos anteriores de esta Cuaresma, la samaritana y el ciego de nacimiento, es fácil constatar cómo hoy llega a su cumbre la catequesis sobre la iniciación cristiana: a través del agua del bautismo el cristiano es iluminado por la luz de Cristo y recibe la vida que procede de Dios. Antes de su Pasión, Jesús resucita a Lázaro y se presenta a sí mismo como la “Resurrección y la Vida” para la humanidad. Ya en el prólogo de su Evangelio Juan afirma: “En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres”. Hoy, en su diálogo con las hermanas de Lázaro, afirma con mayor contundencia que él es la Resurrección y la Vida y que el que cree en él, aunque haya muerto, vivirá. El Prefacio de esta Misa da gracias a Dios porque Cristo, su Hijo, además de resucitar a su amigo Lázaro como “Señor de la vida”, ahora “extiende su compasión a todos los hombres y por medio de sus sacramentos los restaura a una vida nueva”.

Encuentro en Betania. El relato evangélico describe las circunstancias y los personajes: “Se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. Las dos hermanas le mandaron a decir a Jesús: ‘Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo”. Jesús retarda su llegada a Betania y explica el sentido de su actuación a sus Apóstoles, para facilitar su crecimiento en la fe: “esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Los versículos 20-27 narran el encuentro de Jesús con Marta: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Pero Jesús, con autoridad y seguridad divinas, le contesta: “Tu hermano resucitará”. Marta piensa que le habla de la resurrección final, en el último día, a lo que Jesús le hace la hermosa precisión: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto”? Ella responde con una preciosa confesión de fe: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. En seguida se realiza el encuentro de Jesús con María y la conmoción y llanto de ambos. Por fin, el milagro se narra del versículo 38 al 44.

Jesús resucita a Lázaro. Al llegar Jesús a Betania, Lázaro llevaba cuatro días en el sepulcro y ya olía mal. El sepulcro es signo de muerte, pero nunca está cerrado para el poder vivificador de Dios. Jesús pide ser conducido al lugar de su tumba. Allí ordena que sea quitada la cubierta del sepulcro a pesar de la objeción realista de Marta. Jesús, levantando los ojos al cielo, hace una oración a su Padre Dios. Luego grita con voz potente: “Lázaro, sal de allí”. El muerto salió y Jesús ordenó que lo desataran de las vendas para que pudiera andar. El resultado fue la alegría de la familia de Betania y la fe en Jesús de muchos judíos que presenciaron el maravilloso milagro. En esta cuaresma, Jesús nos invita a superar nuestros egoísmos, a soltarnos de las ataduras terrenas y de la esclavitud del pecado, a renovar nuestras promesas bautismales y a regocijarnos de nuestra filiación divina en Jesucristo. El profeta Ezequiel (37, 12-14) presenta la profecía sobre los “huesos secos” a los cuales Dios vuelve a dar carne y espíritu. El Salmo 129 enseña que el perdón de Dios otorga la vida. La Carta a los Romanos (8, 8-11) presenta la acción vivificante del Espíritu de Dios Padre que resucitó a Jesús de entre los muertos, que habita en los creyentes y dará vida a sus cuerpos mortales.

+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa

Foto de Elsbeth Lenz.