El IV domingo de pascua es conocido en la liturgia de la Iglesia católica como el Domingo del Buen Pastor debido que, en la Palabra de Dios ese día, se utiliza muchas veces la imagen del Pastor. En efecto Dios es nuestro Pastor, como lo proclama el Salmo 23 “El Señor es mi pastor, nada me faltará”. Jesús mismo se autodefine como “Buen Pastor”, (Jn 10, 11) y él lo ha demostrado dando la vida por sus ovejas como se anuncia también en muchos pasajes del Nuevo Testamento.
El IV domingo de Pascua, celebramos además en la Iglesia Católica LA JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES. La vocación es una llamada de Dios que hace a la persona. En ese sentido, toda vocación supone alguien que llama, alguien que es llamado y la misión a la que la persona es llamada. Una misión importante de toda persona es descubrir en este mundo cuál es la vocación a la que ha sido llamado.
Dios llama a cada uno por su nombre y los llama a salir de sí mismos para disponerse a servirlo a él y servirlo a los hermanos. Toda vocación en ese sentido es un llamado para dar gloria a Dios en el servicio a los demás.
La primera llamada que Dios nos hace es la de la existencia. Es el llamado a la vida que todo ser humano posee. La vida es el primer llamado que Dios nos hace. Para los que somos creyentes, vendrá más tarde la llamada a la santidad que se hace por medio del bautismo. Esta santidad se vive en el servicio que una persona hace al mundo en las diferentes áreas que existen: el mundo del trabajo, de la educación, de la política, de la economía… etc. La santidad se vive en la vocación laical, en la vida consagrada o en el sacerdocio ministerial.
En el mensaje que el Papa Francisco envió por la celebración de esta jornada, él nos invita a contemplar nuestra vida a la luz de la travesía que los apóstoles emprendieron en el Lago de Galilea, después de la multiplicación de los panes (Mt 14, 22-33).
El Señor nos llama a todos a seguirlo en una vocación específica como dijimos antes. Esta llamada es una aventura, que “no es pacífica”, dice el papa, “la barca de nuestra vida busca llegar a la orilla dispuesta a afrontar los riesgos del mar”, “a veces puede perderse o ser desafiada por los vientos contrarios de las dificultades, de las dudas y de los temores”, el Evangelio nos dice además que en la aventura de este viaje difícil, no estamos solos, el Señor camina con nosotros.
El papa destaca cuatro términos que son inherentes a toda vocación específica: LA GRATITUD, EL ANIMO, LA FATIGA Y LA ALABANZA.
LA GRATITUD. Navegar en la dirección correcta no es una tarea que depende solamente de nuestros propios esfuerzos, ni depende sólo de la ruta que uno escoja. Nuestros proyectos, dice el Papa Francisco, son ante todo la respuesta a una llamada que viene de lo alto. Es el Señor el que nos da la valentía para subirnos a la barca y nos indica la orilla a la que debemos dirigirnos. “Cuando Dios llama él se convierte en nuestro timonel, para acompañarnos y mostrarnos la dirección”. Toda vocación nace de la mirada amorosa de Dios. La vocación se descubre cuando nuestro corazón se abre a la gratitud y acoge el paso de Dios en nuestra vida.
ANIMO. Cuando los discípulos vieron a Jesús pensaron que era un fantasma, y tuvieron miedo. Él los tranquilizó y les dijo ¡ánimo, soy yo, no tengan miedo! Lo que a menudo nos impide escoger el camino que Dios nos señala, son los fantasmas que se agitan en nuestro corazón. Cuando Dios llama a una persona a abrazar un estado de vida (matrimonio, orden sacerdotal o vida consagrada) aparece el fantasma de la incredulidad. El Señor por su parte, conoce nuestras dudas y por eso nos dice siempre “No tengas miedo, yo estoy contigo”.
FATIGA. Toda vocación implica un compromiso. El Señor nos llama porque quiere que como Pedro, “caminemos sobre las aguas” teniendo nuestra mirada fija en Jesús, es decir que tomemos las riendas de nuestra vida para ponerla al servicio del Evangelio en los modos concretos que él nos muestra, sea en la vocación laical, presbiteral o la vida religiosa. “A pesar de nuestras fragilidades y carencias, la fe nos permite caminar al encuentro del Señor resucitado y también vencer las tempestades”. Él nos tiende la mano cuando el cansancio o el miedo amenazan con hundirnos y nos da el impulso necesario para vivir nuestra vocación con alegría.
LA ALABANZA. Esta es la última palabra de la vocación, dice el Papa. A partir de nuestra respuesta al llamado que Dios nos ha hecho, a imagen de la Virgen María, hemos de hacer una continua alabanza a Dios, más con nuestras obras que con nuestras palabras.
Que en esta JORNADA DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES cada uno pueda redescubrir con gratitud su vocación, renovar con valentía su SÍ a Dios, vencer las adversidades con la fe en Cristo y “ofrecer su propia vida como un cántico de alabanza a Dios, a los hermanos y al mundo entero”.
¡OREMOS POR LAS VOCACIONES!

Pbro. José Manuel Suazo Reyes

Foto de RTV.