El Espíritu de la verdad. En este día, 17 de mayo de 2020, celebramos el Sexto Domingo de Pascua, Ciclo A, en la liturgia de la Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Juan (14, 15-21) el cual comienza así: “Jesús dijo a sus discípulos: Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre y él les dará otro Consolador para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, sí lo conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes”. La promesa de enviar al Espíritu Santo es esencial en el discurso de despedida de Jesús. La condición para que se realice ese envío consiste en amar a Jesús a través del cumplimiento de sus mandamientos. Jesús afirma, por ser Dios, su derecho a ser amado y obedecido. Entonces Jesús rogará al Padre para que envíe el otro Consolador ya que el mismo Jesucristo es el primer Consolador y Defensor. La finalidad del envío del Espíritu Consolador es para que esté siempre con los discípulos y les asista, ante la inminente partida de Jesús a la derecha del Padre. Se trata del Espíritu de verdad porque les recordará y completará las enseñanzas de Cristo, conduciendo a los discípulos por los caminos de la verdad y explicándoles el sentido de los acontecimientos futuros. El Espíritu glorificará a Cristo atestiguando que su misión procede efectivamente de Dios y que el mundo, engañado por su Príncipe Satanás, padre de la mentira, se ha equivocado no creyendo en él.
No quedarán desamparados. El relato evangélico continúa: “No los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán, porque yo permanezco vivo y ustedes también vivirán. En aquel día entenderán que yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes”. Se trata de una constante presencia espiritual de Cristo juntamente con el Padre. La expresión ‘en aquel día’ recuerda a los profetas que designaban el momento de las grandes intervenciones divinas. Aquí designa el tiempo que seguirá a la Resurrección de Jesús. Para el mundo, una vez que Jesús haya muerto desaparecerá para siempre. Pero no será así para los discípulos ya que él mismo les había prometido: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Jesús volverá con ellos después de resucitar y, tras su Ascensión al cielo, seguirá estando presente con ellos de diversas maneras: en la Eucaristía, en los sacramentos, en la Sagrada Escritura, en la comunidad, en los pastores, en sus imágenes y en los más necesitados. Los discípulos también comprenderán que Jesús está en el Padre y ellos en Jesús. Las relaciones entre Jesús y sus discípulos son semejantes a las que le unen con su Padre celestial. La glorificación de Cristo es el momento en que los discípulos comprenderán la relación que existe entre Jesús y el Padre, como también la relación existente entre Jesús y ellos mismos que los conduce a una nueva relación con Dios Padre.
Amor y mandamientos. El texto evangélico prosigue: “El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”. La prueba del amor auténtico y verdadero a Jesús consiste en el cumplimiento de sus mandatos, cuyas exigencias superan plenamente los diez mandamientos otorgados por Dios a Moisés en el Monte Sinaí. La observancia de los mandamientos del Evangelio asegura la permanencia en el amor de Jesús. El mandamiento fundamental de Jesús es el amor que encuentra su fuente en el amor mutuo del Padre y del Hijo, y su modelo en la conducta del mismo Jesús de Nazaret. Guardar los mandamientos de Jesús, resumidos en el mandamiento nuevo de amarse los unos a los otros, como él nos ha amado, es para el discípulo cristiano el fruto de amar primero a Jesucristo. Quien ama a Jesús y entra en su dinámica de amor, experimenta el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa
Foto de Elsbeth Lenz