Las comunidades, que confiaban en una mejor evolución de la epidemia, se inclinan ahora por sacrificar las clases presenciales ante el incremento de los contagios
Las comunidades empezaron a planificar el nuevo curso cuando España salía del confinamiento. Y el optimismo de aquellas semanas las llevó a ir rebajando los estrictos planteamientos iniciales de los expertos. Ahora, ante el avance de los contagios, las autonomías preparan cambios en sus planes para aumentar la seguridad. A una semana del inicio del curso, parece descartado que vayan a reaccionar con medidas estructurales, como una reducción drástica alumnos por aula. Las soluciones de urgencia apuntan a un uso más estricto de la mascarilla y a una reducción de la presencialidad desde secundaria. Madrid y Cataluña han anunciado nuevos planes para esta semana. Y los ministerios de Educación y Sanidad han convocado el jueves a las comunidades para abordar el inicio del curso.
“Con elementos distintos, los protocolos sanitarios escolares autonómicos se parecen. Pero eso después hay que aplicarlo, y en la gestión sí hay diferencias importantes. Lo que nos trasladan los directores es que se ha avanzado más en lugares como Cantabria, Asturias o la Comunidad Valenciana. En Andalucía y Galicia hay preocupación. Y en Madrid se ha convocado una huelga”, resume Vicent Mañes, presidente de la federación de directores de colegios públicos de infantil y primaria Fedeip. “Debería haberse garantizado la presencialidad en toda la secundaria, la etapa de enseñanza obligatoria, habilitando espacios fuera de los centros y aumentando los profesores. Pero eso implicaba más recursos”, lamenta José Manuel Escudero, catedrático de Organización Escolar de la Universidad de Murcia. Según un recuento del PSOE, el aumento de docentes en el conjunto de España no alcanza el 4%.
Concepto desvirtuado
Las comunidades, que tienen la competencia de la organización escolar, recibieron la propuesta de los llamados “grupos burbujas” (donde los alumnos pueden relacionarse e incluso tocarse sin llevar mascarillas con la condición de no mezclarse con otras clases) ―planteada por el Gobierno como alternativa a la norma general sanitaria de guardar un metro y medio de distancia―, como una solución a los problemas de espacio en los colegios. Y presionaron al Ejecutivo para ampliar los niveles educativos en que podía aplicarse y su tamaño. De los 15 alumnos recomendados por los expertos se pasó a 20, y después a 25. Y de estar pensado solo para los más pequeños se extendió a todo infantil y primaria. Cataluña fue más allá y lo extendió hasta bachillerato y a 30 alumnos. “Grupos de ese tamaño desvirtúan completamente el concepto y la utilidad de las burbujas. Habría sido más sencillo decir: ‘recomendamos que las clases no se mezclen”, afirma el epidemiólogo y pediatra del Instituto de Salud Global de Barcelona Quique Bassat.
Ese modelo de burbujas permitió a las autonomías garantizar la presencialidad en las escuelas sin recurrir a espacios externos (por ejemplo municipales) ni contratar a muchos docentes para hacer desdobles. El problema persistía, sin embargo, en los institutos, donde (salvo en Cataluña) las burbujas estaban descartadas y regía, en principio, la norma del metro y medio. Las comunidades encontraron, sin embargo, que el decreto de nueva normalidad establece que cuando dicha distancia no pueda respetarse, cabe utilizar otras medidas de protección, como las mascarillas. Así lo escribieron todas en sus protocolos escolares. Buena parte de ellas dieron por solucionado el problema de espacio en los institutos sin tener que hacer grandes cambios. Y la mayoría prometió que habría plena presencialidad.
Difícil de imaginar
A mediados de junio, un consejero de Educación socialista justificaba las soluciones encontradas argumentando que no tenía sentido partir de un escenario extraordinario para las escuelas cuando en el resto de ámbitos se imponía la normalidad. En estos momentos, la evolución de la epidemia hace difícil imaginar, sin embargo, a 30 alumnos o más en un aula de tamaño estándar, por mucha mascarilla que lleven. Y el consejero se inclina ahora por la semipresencialidad en secundaria, la salida que parece que acabarán aplicando la mayor parte de las autonomías, desde segundo o tercero de la ESO. Murcia prevé implantarla desde infantil.
Algunos territorios, como La Rioja o la Comunidad Valenciana, ya establecieron la semipresencialidad como opción de partida en los institutos, y eso al menos ha evitado que los centros tengan que organizarla ahora a toda prisa. Los institutos valencianos solo darán docencia 100% presencial a los alumnos de primero de la ESO. En los demás cursos, la presencialidad solo está asegurada en, aproximadamente, el 60% de los institutos. En el otro 40% “los profesores trabajarán cada día en clase con 15 alumnos y les marcarán la tarea para hacer en casa al día siguiente”, explica el secretario autonómico de Educación, Miguel Soler. La directora de un instituto de Madrid cree que su centro acabará aplicando una fórmula semipresencial parecida, y lamenta que en su caso van a tener muy poco tiempo para prepararla.
“Las clases deberían darse en el exterior”
Los planes de todas las comunidades para el nuevo curso se basan en el documento higiénico sanitario elaborado por los ministerios de Educación y Sanidad, pero su grado de detalle es desigual. Los de Navarra, la Comunidad Valenciana y Cantabria son, por ejemplo, más exhaustivos que los de Andalucía y Madrid. Muy pocos prevén cuarentenas automáticas para toda la clase si se detecta un caso (la norma es dejar la decisión a salud pública). Ninguno reduce el aforo del transporte escolar (las mascarillas son obligatorias desde los seis años en todos). Y la mayoría solo contempla el deber de ventilar las clases 10 minutos unas cuatro veces al día, aunque es común que recomienden dejar abiertas las puertas y ventanas durante las clases (Canarias lo hace de forma imperativa) y algunos instan a realizar el mayor número de actividades posible al aire libre.
“Lo ideal sería hacer las clases en el exterior, en muchos lugares podría hacerse al menos hasta octubre, porque el virus se transmite entre 15 y 20 veces más en el interior. Y si se hacen en las aulas, las ventanas y las puertas deberían estar abiertas”, dice Bassat.
Foto de Paco Fuentes.