En medio de fotografías de desaparecidos y de los mineros atrapados en el derrumbe en Pasta de 2006 –colocadas sobre las bancas vacías de catedral–, el obispo Raúl Vera López ofició ayer la misa de transición con la que se despidió de la diócesis de Saltillo. Desde ahí, durante 20 años, el dominico procuró los derechos humanos de trabajadores de las carboneras bajo condiciones inseguras, desplazados de Centroamérica que buscan llegar a Estados Unidos, víctimas de desaparición forzada y minorías sexuales.
Nació en Acámbaro, Guanajuato, hace 75 años, edad que los católicos consideran apropiada para que los obispos pasen a la condición de eméritos. Raúl Vera López aseguró que permanecerá en la ciudad y se hará cargo de la Casa del Migrante que él fundó en 2001, un año después de su arribo a la diócesis.
Vera López ofreció ayer en la Catedral de Santiago su última misa como obispo de Saltillo; aprovechó la ceremonia para agradecer a los feligreses por recibirlo y permanecer a su lado 20 años y entregó el báculo a Hilario González
“Esta es mi última misa dominical, todavía soy administrador apostólico de esta diócesis, tengo autoridad sobre ustedes, muchas gracias, gracias a todos y todas, también a la gente de las redes; aprendí mucho de ustedes, aquí estuve 20 años y aprendí mucho”, dijo entonces.
Don Raúl, como lo conocen sus seguidores, es ingeniero químico graduado por la Universidad Nacional Autónoma de México, de donde egresó en 1968, justo en la cúspide del movimiento estudiantil en el que participó. El fraile llegó a Coahuila en 2000, luego de participar en la diócesis de San Cristóbal de las Casas como obispo coadjutor al lado de don Samuel Ruiz.
Una vez al frente de la diócesis de Saltillo, fundó el Centro Diocesano para los Derechos Humanos Fray Juan de Larios, acompañó a los mineros en sus luchas por condiciones más dignas para trabajar, sobre todo después de la tragedia en Pasta de Conchos, ocurrida el 19 de febrero de 2006 con la muerte de 65 mineros, y junto con el sacerdote Pedro Pantoja dio vida a la Casa del Migrante en Acuña y en Saltillo, por esta última han pasado 100 mil migrantes hacia Estados Unidos.
El obispo nunca evadió temas polémicos y bajo la primicia de acercar al evangelio a las minorías, en 2002 impulsó la creación de la comunidad San Aelredo para acompañar pastoralmente a homosexuales y lesbianas, y lograr que se integraran a la Iglesia.
Cuando se dio la desaparición masiva de personas en el sexenio de Felipe Calderón, Vera apoyó a familiares de víctimas y ayudó a crear el colectivo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fuundec).
Fue un obispo cercano a los habitantes del sector rural y, en 2015, encabezó manifestaciones y marchas por carreteras de Coahuila para protestar por la instalación de un tiradero de residuos industriales y peligrosos en el ejido Noria de la Sabina, en General Cepeda.
También impulsó la causa de la Nueva Constituyente ciudadana para crear una nueva Constitución.
Monseñor Hilario González Gar-cía se convirtió ayer en el obispo número siete de Saltillo al relevar a Vera López. Su nombramiento lo hizo el papa Francisco. El nuevo encargado de la diócesis acudió al municipio de Arteaga para presentarse con los habitantes de las parroquias San Antonio de Padua y San Isidro Labrador, y después se trasladó en un automóvil descubierto hasta la Catedral de Santiago en Saltillo, donde celebró su primera misa.
Al llegar a la catedral, como parte del rito de instalación de su nuevo cargo, el ex titular de la diócesis de Linares, Nuevo León, oró frente al sagrario y la imagen del Santo Cristo de la Capilla, luego se dirigió a las criptas donde reposan los restos de los anteriores obispos e ingresó a la catedral para oficiar la misa.