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Estela Salas; historia de una medallista jarocha que cierra ciclo en Tokyo

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E-Consulta Veracruz

La multicampeona de 52 años experta en lanzamiento de disco, bala y jabalina se despide del mundo del deporte.

Dan las 7:00 am y Estela Salas ya está arriba, lista para iniciar el primer entrenamiento del día. Después de tomar su desayuno se dirige al lugar en el que perfecciona cada uno de sus movimientos para darle el ángulo correcto al disco que lanza. Pronto ese disco silbará por los aires en los Paralímpicos de Tokio 2020, la quinta y última justa deportiva en la que representará a México.

Sabe que no es la misma desde Atenas en 2004, cuando le dio a México el oro en lanzamiento de bala y la plata en lanzamiento de jabalina. Admite que su cuerpo está cansado, le pide parar.

 

Pero en su última actuación “dará todo”; viajará casi 11 mil kilómetros desde Úrsulo Galván (30 mil 97 habitantes) hasta el país oriental.


En su voz resuena el eco de confianza que le dan los 37 años que acumula como deportista paralímpica, tiempo en el que ha recogido alrededor de 600 medallas en campeonatos nacionales y 30 metales preciosos en mundiales, Panamericanos y Paralímpicos.

Este año su preparación ha sido muy distinta, la pandemia por covid-19 ha limitado sus entrenamientos e incluso tuvo que desplazarse. Además de la presión de la justa deportiva los espacios están cerrados y los horarios están restringidos.

Tras no hallar un lugar adecuado en Xalapa para lanzar disco, la unidad deportiva Hugo Sánchez en Boca del Río le abrió las puertas y practica en la Facultad de Educación Física ubicada en Boca del Río. Sin embargo, no cuenta con la jaula metálica que le permitiría practicar con la exactitud que quisiera.

Beca deportiva de parte del Instituto Veracruzano del Deporte (IVD) no tiene. Ella paga por el gimnasio al que asiste, por el equipo con el que practica y por los traslados que hace.

Los últimos meses sus mañanas y tardes discurren en el campo deportivo al aire libre, donde las temperaturas en verano alcanzan una sensación térmica de hasta 40° grados. Agotada y un poco deshidratada termina de entrenar alrededor de las 6 de la tarde, cuando empuja su silla de ruedas de regreso a casa.

 

Solo descansa del sol el domingo, cuando disfruta levantarse hasta las 10:30 de la mañana. “Pero estoy despierta desde las siete” dice. Sus horarios han sido tan estrictos para priorizar sus entrenamientos y descansos que al dar las 10 de la noche sus ojos se cierran casi sin pedirle permiso, por lo que rara vez puede hacer algo después de esa hora.

Después de tantos años con una rutina extenuante también quiere llegar a Tokio para decir “hasta pronto”, además de descanso ella anhela dedicarle tiempo a quienes han estado detrás de ella impulsando su carrera después de tantos años, su familia y amigos.

Otra de las cosas que anhela, cuenta entre risas, es tener libre acceso a la dieta T: los tacos, tortas y tamales. Estela dice que lo máximo que puede comer a la semana son “tres taquitos” pues si se pasa con alimentos con exceso de grasa los resultados en el campo la delatan, por ello su alimentación debe ser balanceada.

La entrega es la palabra que mejor define al atleta, dice Estela, la multicampeona con discapacidad motriz, quién además perdió un pulmón cuando era niña y un riñón pocos meses antes de ir a Grecia hace ya 17 años.

Sin estos órganos vitales los doctores le dijeron que su posibilidad de seguir viva eran del 50%, por eso sus palabras favoritas son “claro que puedo” y “gracias, dios”.

Después de tantos años de sacrificios, dedicación y triunfos, pero también derrotas ¿Qué la mantiene al filo de la plataforma desde donde lanza? Además de su fe, ella disfruta la adrenalina que le produce el momento.

Mientras su ritmo cardiaco se acelera y sus pupilas se dilatan siente el tiempo detenerse mientras cientos de miradas se posan sobre ella justo cuando ejecuta el lanzamiento.

Lo hace por ella y por todas las personas que la apoyan desde pequeña, desde muy pequeña cuando a los 9 meses de edad perdió la movilidad de su cuerpo debido al virus de la poliomelitis, enfermedad que le impidió caminar.

Al preguntarle cual fue su primer gran logro, contó una historia que la remonta a sus 12 años, en 1981 su madre la llevó a Xalapa para que pudiera tomar terapia grupal y su movilidad mejorara, fue entonces cuando conoció el deporte.

Se enamoró de la convivencia, de sus compañeros que se volvieron sus amigos y, por supuesto, de la competencia.

La invitaron a practicar atletismo, lanzamiento de jabalina, bala y disco. Le gustó y su mamá la llevo algunas veces más hasta que un día decidió no hacerlo más.

-Ah bueno ¿Quieres ir a Xalapa a entrenar? Le dijo su madre.
-Sí, mamá. Acompáñame, le respondió Estela.
-Ya te sabes el camino. Te voy a embarcar en el camión y válete por ti misma.
-No mami, estoy muy chiquita yo no voy a poder.
-Tú puedes, le dijo su madre.

La subió al autobús, le pidió al chofer que la bajara en la central y que bajara sus maletas. Salió de la unidad como pudo, confiesa que en el camino lloró, pero ese pequeño paso fue lo que forjó su carácter y desde entonces no paró.

Después de viajar en autobús sola ¿Qué hizo Estela?

Oro y récord mundial en lanzamiento de bala y la plata en jabalina en Atenas, 2004. Oro y récord mundial en jabalina en el mundial de Atletismo en Aseen, Holanda en el 2006.

En el 2008, en Beijing China obtuvo el 6° lugar en jabalina; en Londres 2012 ganó el 5° y 6° lugar en disco y jabalina respectivamente. En 2014 Canadá la vio ganar el oro en jabalina durante los panamericanos en Toronto y en Río de Janeiro, Brasil, se llevó el récord americano en su actuación. Y esto solo es un resumen.

Este 2021 seguirá los pasos de los atletas que ya están de regreso tras la justa que inició hace algunas semanas en la misma sede.