Lugar:
Fuente:
Muy Interesante

Cupido (hijo de Venus y Marte), el pequeño dios del amor según la mitología romana y Eros según la griega, es uno de los pocos dioses antiguos que sobreviven a nuestros días y del que, año tras año, cuando se acerca la fecha de San Valentín o Día de los Enamorados, rememoramos como estandarte del amor y el romanticismo.

 

Cupido llevaba a la espalda llevaba dos clases de flechas: unas doradas que provocaban el amor instantáneo, y otras de plomo que provocaban indiferencia.

 

Pero, ¿se enamoró también Cupido?

 

Así es. Su historia de amor con Psique (Alma), una princesa a la que Venus envidiaba por su gran belleza, fue relatada por Lucio Apuleyo en su novela Las Metamorfosis, también conocida como El asno de oro.

 

Según la leyenda, Venus encargó a su hijo Cupido (pícaro y carismático) que hiciera que esta se enamorara perdidamente de algún hombre de baja condición, feo, con tan curiosa suerte que quien se enamoró perdidamente nada más verla fue Cupido. Ni corto ni perezoso decidió obviar el encargo de su madre y estar con ella cada noche. Tras toda una serie de peripecias en las que Psique es víctima de las envidias de sus hermanas y Cupido se lamenta de haberse herido con sus propias flechas y sale huyendo, finalmente… o colorín colorado como dirían en los cuentos, el consejo de los dioses decide convertir a Psique en diosa para que ambos pudieran vivir su romance.

 

De este amor nació su hija Voluptas (Placer) y desde entonces, el amor ha sido simbolizado por dos corazones atravesados por una flecha.