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J. Martín Blásquez Ojeda

A casi cincuenta años de la más cruda represión a los universitarios veracruzanos, acontecida en Xalapa, es opinión generalizada que su trascendencia se ha perdido en el tiempo, y  que las nuevas generaciones no solo ignoran los sucesos, sino que además les llegan a través de lecturas turbias y deshilvanadas. Por esto, es de estimarse necesario rescatar los hechos, personajes y procesos para apreciar con nuevos ejercicios intelectuales sus lecciones históricas, como lo recomienda la necesaria reflexión de una sociedad ávida de entender su presente.

 

Desde esta perspectiva y a lo más, este ensayo pretende invitar al lector  a emprender una mirada actual sobre los sucesos de Xalapa en aquel 26 de septiembre de 1968.

 

 

Los antecedentes

 

El año de 1968 es emblemático para nuestra historia contemporánea. Y no sólo por la inesperada Primavera de Praga, o el mayo francés y los previos sucesos de Berkeley en el marco de la guerra de Vietnam, como tampoco por la propaganda comunista de la Revolución Cubana inundando a los países subdesarrollados, no solo por eso. Para México y su juventud de entonces, fue un abrupto despertar entre sus conflictos, entre el glamour del milagro mexicano y el hostigamiento y persecución del estado represor y sus episodios de irrupción del ejército en las universidades, como la de Michoacán (1966) y Sonora (1967).

 

Ya desde 1967 pintaba para un año difícil en Veracruz.  En el quinto año de mandato, el gobierno de Fernando López Arias había llevado al extremo su esfuerzo financiero al invertir sustanciales fondos públicos para impulsar el desarrollo de la juventud veracruzana.

 

En el ramo de infraestructura educativa, destaca la inauguración del complejo de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana (1964), así como los nuevos edificios las Secundarias y de Bachilleres en Poza Rica y Alvarado, teniendo en proceso las edificaciones de Coatepec, Orizaba, San Andrés, Gutiérrez Zamora, Minatitlán, Cosamaloapan, Las Choapas, Naranjos y Coscomatepec, entre las principales, además del proyecto para Ciudad Mendoza.

 

Sin precedentes, en Veracruz y Tuxpan se construyeron sus Ciudades Deportivas; en Xalapa se acondicionó una Villa Olímpica en las instalaciones desocupadas por la normal, para complementar las canchas, pistas y alberca olímpica en torno de la nueva Normal Veracruzana, además se edificó un circuito de Gimnasios: Allende, Omega y “C”, que  a su vez se articularon a las otras canchas y pistas atléticas del entorno del Estadio Heriberto Jara, con su Gimnasio Miguel Ángel Ríos y la Alberca y Fosa de Clavados Eulalio Ríos, estas localizadas en la nueva zona universitaria. En Coatepec se construyó su Gimnasio enlazado a las canchas de la nueva secundaria y de bachilleres, y lo mismo se logró con el Campo Deportivo Héroes, en Tlapacoyan.

 

Para la enseñanza universitaria, se habían construido y equipado las Facultades de Periodismo en Veracruz y de Ciencias Químicas en Orizaba, teniendo en programa mejoras a las Facultades de Arquitectura en Xalapa y de Veterinaria en Veracruz.

 

En junio de 1967, el Gobernador López Arias anunció al Consejo Universitario que el subsidio universitario [26.2  millones] aunado al crecimiento explosivo en la demanda de escolaridad a nivel universitario […] era el problema más apremiante y un reto a la conciencia de Veracruz, y convocó a la sociedad veracruzana para dotar a la Universidad Veracruzana con un patrimonio propio de doscientos millones de pesos que otorgara viabilidad financiera a sus proyectos institucionales de expansión y reorganización de los servicios educativos [27 mil alumnos en 108 planteles]. La atención a la demanda de secundaria y preparatoria, así como la apertura de las nuevas carreras profesionales que la modernidad recomendaba. De aquellas fechas data la aprobación del Consejo Universitario, a propuesta del Rector Fernando García Barna, para establecer el examen de admisión obligatorio y el pago de cuotas de inscripción, como mecanismos de control al ingreso y, en lo posible, para financiar los servicios educativos.

 

En este devenir a finales de ese año, entre los 496 profesores e investigadores de la Universidad Veracruzana [más 50 administrativos y 12 de servicio] corrió el rumor de que no se les pagarían sus aguinaldos; por eso, en octubre se empezaron a organizar y a evidenciar sus inconformidades, más cuando trascendieron de muchas injusticias de la nómina universitaria.

 

Para mediados de 1968 una corriente de profesores al servicio de la Universidad, cansados de no ser tomados en cuenta con sus demandas salariales y de seguridad social, así como de la reiterada respuesta de Rectoría de que no había recursos para atenderlos, encabezados por los  profesores del  Instituto de Antropología, se organizaron con los de otras escuelas para conformar una Coalición de Trabajadores al Servicio de la Educación, cuya directiva formalizó sus exigencias a la Rectoría y, por acuerdo de su Asamblea, al Gobernador del Estado, al considerar que siendo estatal la Universidad, dependía del subsidio que éste le otorgara. Adicionalmente la Coalición convidó de su lucha magisterial al estudiantado que los apoyó en sus marchas y mítines.

 

Son conocidos los nombres y representaciones que ostentaron los diferentes profesores y líderes estudiantiles asociados a ellos en estas protestas, debiendo puntualizarse, a partir de julio, estos últimos se agruparon en el Frente Pro Libertades Democráticas, existiendo además otros grupos menores de ideologías radicales, quienes por afinidad evolucionaron en corriente en apoyo al movimiento estudiantil de la ciudad de México. Tales rasgos del movimiento magisterial y estudiantil condujeron a los órganos de seguridad del gobierno federal y estatal para estrechar la vigilancia de sobre la Coalición y sus liderazgos, pues se decía, eran agitadores y partícipes de una conjura internacional para favorecer el comunismo. jmblasquez@nullhotmail.com (CONTINUARÁ).

 

26 de septiembre de 1968 en Xalapa  La necesidad de una mirada a sus conflictos

(Segunda y última parte)

A casi cincuenta años de acontecida la más cruda represión a los universitarios veracruzanos en Xalapa, es opinión generalizada que su trascendencia se ha perdido en el tiempo, y  que las nuevas generaciones no solo ignoran los sucesos, sino que además les llegan a través de lecturas deshilvanadas y turbias. Por esto, es necesario rescatar los hechos, personajes y sus procesos en la búsqueda de apreciar sus lecciones, a partir de nuevos ejercicios intelectuales, como lo recomienda la necesaria reflexión de una sociedad ávida de entender su presente.

 

Desde esta perspectiva, este ensayo pretende invitar provocadoramente al lector a poner su mirada sobre aquellos sucesos de Xalapa del 26 de septiembre de 1968.

 

 

Veracruz en el lindero del régimen policiaco

 

En los primeros días de agosto de 1968, al escenario de movilización desplegado en Xalapa por la Coalición de Trabajadores al Servicio de la Educación, entre los estudiantes universitarios surgió una corriente de simpatía y apoyo al otro poderoso movimiento social que por cuerda separada ocurría en la ciudad de México y que protagonizaban las comunidades estudiantiles de la UNAM, Politécnico Nacional, Universidad Pedagógica Nacional, Colegio de México, Ibero y Lasalle, además de las Universidades de Chapingo y Puebla, coloquialmente conocido como el movimiento estudiantil del 68. De forma inédita y rápida se encaminó como huelga estudiantil para confrontar a la clase política, la policía y el Ejército; cadena de sucesos que fue escalando con multitudinarias marchas y mítines conforme se acercaban las fechas de los rituales políticos, como el IV Informe de Gobierno del Presidente Díaz Ordaz, la ceremonia del Grito y el Desfile de las Fuerzas Armadas septembrinos, sumándose la inminente celebración de los XIX Juegos Olímpicos de mediados de octubre de 1968.

 

Tras decenas de marchas y manifestaciones en Xalapa, la novedad se produjo la tarde del miércoles 25 de septiembre: ¡El diálogo directo con el Gobernador! Reunión que fue concertada a instancias del Lic. Rómulo Campillo Reynaud, Secretario de Gobierno y Ex-Rector; esa tarde el Gobernador López Arias escuchó atentamente a una comisión de 40 representantes de la Coalición en el Palacio de Gobierno a quienes, a su vez, expuso que ante el anunciado despliegue del ejército en todo el territorio nacional, el Gobierno del Estado de Veracruz asumiría el restablecimiento del orden con sus medios, conminando a los presentes a cesar toda manifestación y/o protesta, reunión de la que se recuerda su lapidaria expresión El estado de Veracruz es primero y contra él, nadie tiene la razón.

 

El estado de Veracruz es primero y contra él, nadie tiene la razón

 

Ese mismo 25 de septiembre, la comisión de diálogo dio cuenta de los resultados a todas sus Asambleas de Facultades y Escuelas, derivándose dos posturas: la de los profesores que viendo venir la represión, la mayoría declinó sus demandas para otro tiempo, y la otra postura animosa de la mayoría de los líderes estudiantiles, inclinada a sostener sus banderas, en la idea que la alianza con el Movimiento Estudiantil de México era vital para que el Gobierno Federal  y el Estatal de Veracruz cedieran ante la inminencia de la celebración de los juegos olímpicos.

 

Sin que propiamente se produjeran desacuerdos, los estudiantes veracruzanos empujaron el acuerdo de llevar a cabo otra marcha y manifestación a la Plaza Lerdo, frente al Palacio de Gobierno, para el siguiente día 26, y que se convocó para las seis de la tarde.

 

Nunca ha sido secreto que, tanto en la Coalición como las escuelas y facultades hubo personajes que fungieron como informadores o que jugaron un doble papel al servir por igual a los intereses del gobierno del Estado; además que, entre los estudiantes había grupos de jóvenes pagados por el gobierno, como la señalada Federación de Estudiantes Veracruzanos, con el resultado de que, todas las acciones de los huelguistas eran conocidas.

 

Para el debido cumplimiento del operativo, el Coronel Héctor Hernández Tello, entonces Director de Seguridad Pública, acompañado de dos agentes de Gobernación, personalmente interceptó la columna en la calle de Dr. Lucio para conminar a los marchista a disolver su manifestación, resultando de la negativa, que diera la orden a la Policía Estatal para cargar en contra, empleando al efecto gases lacrimógenos y proceder a encapsular a grupos a base de toletes, para efectuar cuantas detenciones fueran posibles. A tal acción concurrió el ejército desplegado en la retaguardia y resguardando un perímetro de seguridad que comprendió todos los accesos al centro de Xalapa; debiéndose destacar que el saldo de tal operativo policiaco, hasta la fecha no reportó muerto ni desaparecido alguno.

 

El trauma social de la acción policiaca en contra de los pacíficos manifestantes del jueves 26 de septiembre de hace 49 años, ha sido ampliamente relatado. Todos los testimonios refieren al uso excesivo de la fuerza pública por parte de la Policía Estatal. Sabiéndose que en contra de los dirigentes de la Coalición de Trabajadores y del Frente en Pro de la Democracia, se llegó al extremo de violentar sus domicilios y centros educativos de trabajo para efectuar sus aprehensiones, y sin que mediaran las órdenes judiciales de rigor; esta fue la suerte de 65 estudiantes y 6 maestros que además fueron fichados en el Cuartel de Policía de San José, que no en la penitenciaría donde se recluían a los presos del orden común; todos acusados de desacato a la prohibición de marchar dada por el Presidente Municipal de Xalapa, el Lic. Othoniel Rodríguez Bazarte -que entonces era un profesor muy apreciado en la Facultad de Derecho-  y los menos, reos por el Delito de Disolución Social. Las historias personales también son ampliamente conocidas.

 

 

“Restablecido” el orden público en Xalapa, en los siguientes días, el Gobierno del Estado se ocupó de organizar la recepción de la Antorcha Olímpica en el Puerto de Veracruz del siguiente 6 de octubre, programando al día siguiente que mediante el sistema de relevos, el simbólico fuego ateniense viajara de la mano de 117 jóvenes deportistas veracruzanos hasta llegar a encender el Pebetero del Estadio Xalapeño, evento celebrado en medio del júbilo de diez mil espectadores que se dieron cita para presenciar y disfrutar un vistoso festival. Actividades que acaso pudieron ser oídas por los huelguistas detenidos entre las rejas del cercano Cuartel de Policía de San José.

 

Muy diferente fue el desenlace acontecido en la ciudad de México: allá la represión fue a sangre y fuego. En un enrarecido entorno, se dio curso al histórico episodio de la noche de Tlatelolco del 2 de octubre, donde se produjo una caótica intervención policiaca y militar, que brutalmente deshizo al movimiento estudiantil.

 

Prácticamente acallada toda protesta en los siguientes días, las referencias en la prensa, radio y televisión de la época solo registran el rechazo social al Presidente Díaz Ordaz, en ocasión de la monumental rechifla a su discurso durante la Ceremonia de Inauguración de los XIX Juegos Olímpicos del 12 de octubre; a partir de entonces la justas deportivas ocuparon todos los espacios y transcurrieron sin novedad hasta su término del día 27, evidenciando con su pacífica celebración la falsedad del discurso represor: la conjura internacional para sabotear las Olimpiadas.

 

Mientras en Xalapa, poco a poco los reos fueron obteniendo su libertad bajo caución en la medida que se pudo depositar sus fianzas, lo que supuso un gran activismo solidario de toda la comunidad universitaria porque todos provenían de familias de recursos escasos y porque los profesores tampoco percibieron sus sueldos en esas condiciones. Trascendió de aquellos días que el Obispo Sergio Obeso personalmente fue vaciando todas las alcancías de los santos de Catedral para cooperar con este fin, que no de los fondos el Obispado, y que así se logró la liberación de los últimos detenidos, contándose entre ellos al joven Profesor Roberto Bravo Garzón que hasta esa fecha fue el Director de la Facultad de Economía.

 

Finalmente es de estimarse necesario recuperar y agotar el análisis de estos acontecimientos a efecto de formar criterios concluyentes. Desde luego varios personajes de un modo u otro han externado sus testimonios, en su mayoría de parte de quienes padecieron represión, sin embargo, igual es de estimarse importante ejercicio de contraste con aquellos otros que en su momento ejercieron los actos de autoridad, así haya sido con el uso excesivo de la fuerza policiaca para encauzaron el desenlace de este conflicto.

 

La oportunidad de arribar próximamente a los 50 años de estos sucesos en la historia social y política de Veracruz, al parecer con las aguas tranquilas, conforma un escenario apropiado para consensar las cronologías con sus causas y procesos, precisando de las acciones sus efectos, con las intenciones logradas y lo que estas han aportado a la convivencia en la ciudad, a vida universitaria y a los derechos laborales de los profesores universitarios; todo en conjunto, más allá de la anécdota y biografía personal. Por tales razones, este ensayo apunta a esa necesidad por una mirada fresca a Xalapa y sus conflictos, a una historia pendiente por contar. Enhorabuena por lo que vale conmemorar  y que sea para bien. jmblasquez@nullhotmail.com