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AFP

La ciudad antigua de Sabratha, en el oeste de Libia, inscrita en la lista de patrimonio mundial en peligro, presenta los estigmas de los enfrentamientos entre milicias rivales, que hacen temer lo peor para el precioso patrimonio arqueológico del país.

Construido entre los siglos II y III, el majestuoso anfiteatro y sus columnas de mármol rosa están desfigurados por los impactos de las balas y de los obuses y hay casquillos oxidados por el suelo, cerca de las ruinas de lo que fue una de las joyas del imperio romano.

Según los habitantes, los francotiradores se colocaron en lo alto del anfiteatro durante los combates que estallaron entre grupos armados en septiembre y octubre de 2017 y que dejaron 39 muertos y 300 heridos.

Desde la caída, en 2011, del régimen de Muamar Gadafi, la ciudad moderna de Sabratha, a unos 70 km al oeste de la capital, Trípoli, se ha convertido en el principal punto de partida de la migración irregular, pues traficantes y milicias aprovechan el vacío en términos de seguridad que reina en la región, sembrando el caos con total impunidad.

La UNESCO declaró en peligro la ciudad antigua de Sabratha, así como otros cuatro sitios libios, en julio de 2016, a causa de «los daños ya ocurridos y las graves amenazas que pesan sobre estos sitios». El organismo recordó que el país estaba «sometido a una fuerte inestabilidad» y que «grupos armados» estaban «presentes en esos sitios o cerca» de ellos.

Peligro constante

El patrimonio arqueológico libio corre «peligro real», afirma Mohamad Al Shakshuki, jefe del Departamento libio de Antigüedades, un organismo público.

«El atrincheramiento de grupos armados dentro de los sitios arqueológicos y las batallas que se producen cerca o en los sitios, como Sabratha, constituyen un peligro constante», añade.

La situación se volvió todavía más preocupante desde que los arqueólogos extranjeros dejaron de venir a Libia «desde hace cuatro años, a causa del caos y la inseguridad», lamenta Shakshuki, mientras que antaño la conservación de esos sitios corría a cargo de misiones arqueológicas occidentales.

La ciudad romana de Sabratha, que se extiende sobre 90 hectáreas -con una pequeña parte sumergida-, es una de las tres ciudades de la antigua Tripolitania romana, con Oea -actual Trípoli- y Leptis Magna (oeste).

En la actualidad, está dejada al abandono, rodeada de hierbas y plantas salvajes resecas por el sol y el salitre.

Pero, para Mohamad Abu Ajela, responsable de la oficina de antigüedades de Sabratha, aunque la ciudad siga padeciendo los efectos de la erosión y de la degradación de la piedra, son los «daños causados por el hombre [los que] hay que temer más».

Además de por la violencia, varios sitios libios protegidos están amenazados por la expansión urbana, como Cirene, tesoro de la era helena, en el este de Libia.

Aprovechando el caos y reivindicando la propiedad de los terrenos, los habitantes construyen en el perímetro del sitio arqueológico protegido sin que ninguna autoridad se lo impida.

Saqueo y tráfico

Los saqueos constituyen otra amenaza, con el aumento de los saqueos clandestino y el tráfico de antigüedades facilitado por una seguridad ineficaz.

Se detectaron varios robos de objetos antiguos. En marzo, el ministerio español de Interior anunció haber incautado «numerosas obras de arte originarias de las regiones de Cirenaica (este) y Tripolitania (oeste), [incluyendo] siete mosaicos, sarcófagos y piezas de origen egipcio».

Según Madrid, «se probó que provenían de sitios de Apolonia y de Cirene, dos necrópolis saqueadas por grupos terroristas».

El Departamento de Antigüedades intenta salvar todo lo posible, cerrando los museos, como el de Trípoli, o transfiriendo los tesoros arqueológicos a «lugares seguros».

En Sabratha, una misión arqueológica española firmó recientemente un «acuerdo para la restauración de algunos sitios, principalmente el teatro», según Abu Ajela.

Pero el responsable libio es consciente de que todo «dependerá del nivel de seguridad».