Y lo digo con orgullo, / tuyo nada más. / Jamás, jamás mis manos han sentido / más piel que tu piel, / porque hasta en sueños he sido fiel… ¡Caray! Perdón por las y los fans de Camilo Sesto (Camilo Blanes Cortés, Alcoy, 16 de septiembre de 1946-Madrid, 8 de septiembre de 2019), el cantante y compositor español de balada romántica, pop y rock, pero más allá de su indiscutible popularidad en el México, y en el mundo de habla hispana de los años 70, su figura, voz, estilo y canciones me eran harto –lo digo sinceramente- insufribles. Esa melenilla un tanto a la fuerza, porque no vamos a negar que hay otros personajes de la farándula a las que les va muy bien con su personalidad, pero a Camilo, al Buki y a Rigo Tovar (es amor), por ejemplo, pues que me perdonen pero no más no. Y en el caso del español, como que siempre la traía laqueada o con spray, con algo de crepé para que se le hiciera abultada, esa carita de petimetre con polvos para ocultar líneas faciales y el excesivo ceceo como para marcar distancia, ¡no!, por el amor de Dios, ¡no! Ni él, ni Miguel Gallardo y menos los de ‘Locomía’. A duras penas he pasado a Julio Iglesias, y eso que miren que es pesadito, aunque finalmente se convirtió en una parodia de sí mismo, o en su caso Emanuel, que lo alucinaba en mis épocas de universitario porque cuidado que era popular y se escuchaba en la radio, lo mismo que Toño Zamora con su ‘Zacazonapan’. Pero Camilo, Camilo era sinónimo de edulcorante, cantaba y escurría miel, ¿se acuerdan de ‘Fresa salvaje’? ¡híjoles, ni para intentar tararearla! Pero, bueno, en gustos se rompen géneros, se respeta a sus fans. Camilo falleció a los 72 años, con esa personalidad inverosímil que algunos han querido equiparar con la de Michael Jackson. Muy popular en México y Latinoamérica en donde fue encumbrado por Raúl Velasco y gracias a ‘Siempre en domingo’. Descanse en paz. Lo escribíó Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal

    Sí, claro que sí y no exagero, qué gran invento de los humanos y de la historia del comercio universal. Y esto, que puede parecer desbordado, me nace tal vez porque en mis inicios en el mundo profesional –ochenta y tantos- me tocó trabajar brevemente en una cadena de supermercados cuya matriz se encuentra en Córdoba. Desde ese entonces me une una extraña afinidad a estos establecimientos en donde en un solo espacio se encuentran un número indeterminado de satisfactores (mercancías). Pero de aquellos años a estos días pandémicos ha corrido mucha agua bajo el puente. Aquellas viejas tiendas de autoservicio que conocimos mutaron, transitaron, de establecimientos grises, anodinos y un tanto insustanciales a espacios comerciales sofisticados, dinámicos y llenos de luz, pero sobre todo, se convirtieron en una nueva clase de mercados en donde las familias encuentran desde cosas de primera necesidad para la vida diaria, hasta las más innecesarias, pero con un atractivo y poder seductor difícil de resistir, los supermercados transformaron radicalmente nuestra forma de mercar, pasaron de bodegones a convertirse en el epicentro de muchos que, como el que teclea, lo convertimos en el modus operandi de nuestra cotidaneidad. Foto de Tripadvisor". Lo escribe Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.    

1) "Si además de vivirla crees que la vida es para beberla, buen provecho". 2) "El problema no es que alguien se sienta mejor que los demás, el problema es que los demás lo vean así". 3) "El mejor tesoro no es el que encuentras, sino el que mejor te acomoda". 4) "En ocasiones vale más nunca, que tarde". 5) "Lo que prueba, en gran medida, que la ambición rompe el saco". 6) "Ser político no es, entre sus infaltables contlapaches, ser amigo". 7) "Una golondrina ciertamente no hace verano, pero cómo sirve la frasecita para dragonearla de filósofo". 8) "El hombre es la medida de todas las cosas, es verdad". 8) "Cuando piensas que la realidad es como se vea, pudiera ser tambièn como la crees". 10) "El amor es muchas cosas, entre ellas un accidente". De la autorìa de don Froylàn Flores Cancela (+) en su "Punto y Aparte".

"Si un periodista quiere ser leído tiene que contar. Esto viene desde la infancia. No nos podíamos dormir si no nos contaban un cuento. Habrá que buscar, rascar, investigar, para tener siempre algo que contar. Lo que importa, sobre todo, es además, saber contar. Puede haber opinionistas, pero tienen que ser muy destacados en su ingenio, por el conocimiento de las cosas y por el lenguaje, Lo que importa son las noticias, las narraciones. el contar las cosas". Es parte de lo que escribió, hace unos pocos años, el finado Padre José Benigno Zilli Manica, en el semanario "Alégrate" de la Arquidiócesis de Xalapa..

1) "Alegre río, tu cristalino fulgor.. tu curso límpido, tu agua errante.. son un emblema invocador.. de la belleza: el corazón abierto.. el risueño serpentero del arte.. en la hija del viejo Alberto.. Más cuando en ella en ti se mira y, de repente.. tus aguas se iluminan y estremecen.. entonces, el más bello torrente.. y su humilde devoto se parecen.. pues ambos llevan su imagen anclada.. uno en el cauce, otro en el corazón.. en ese corazón que su mirada.. intensa, honda, enciende de emoción"... 2) Amigos que por siempre nos dejaron.. Caros amigos para siempre idos.. ¡Fuera del tiempo.. Y fuera del espacio!.. Para el alma nutrida de pesares.. Para el transido corazón, acaso".

Ventana de la vendedora de yerbas. Había cumplido setenta años en los últimos días de noviembre. Su cabello era un enredo de canas. Cientos de arrugas se dispersaban en su rostro. Le gustaba contemplar. Mientras acariciaba un viejo gato, esa mañana se dispuso a mirar hacia fuera de la casa, para acordarse de las yerbas comestibles que crecían silvestres en las hendiduras del piso de las calles; que brotaban inesperadamente entre las piedras, las lajas y los muros: dientes de león, verdolagas, lenguas de vaca, girasoles, enredaderas. Desde niña aprendió a reconocer a simple vista las esmeraldas hojas de las plantas agrestes. Pero algo faltaba, consideró que por su edad conocía todo lo posible. Vino a su memoria la reciente despedida de su esposo, el oscuro último adiós. Se acordó de los días pasados a su lado. A punto de llorar, comprendió que su vida se había alargado demasiado, que la ciudad crecía enormemente y todas las cosas habían cambiado para siempre. Abrió a la luz sus ojos, se perdió en un atajo verde del ensueño, se quedó recordando cuando por doquier, como un infortunio, el epazote crecía en las banquetas. Manuel Antonio Santiago Foto de Víctor León.

"Era tal su obsesión por la honradez y la austeridad que, como Presidente de la República, don Adolfo Ruiz Cortines y su esposa tardaron un año en cambiarse a Los Pinos, porque la residencia le parecía "ostentosa y escandalosamente grande". Don Adolfo, aparte de darle el voto a su mujer, antepuso a los intereses personales y los de su gabinete, los altos intereses de la nación. Por su parte, doña María Izaguirre, menos discreta que su marido y mayor que él: "una vez al año le regalaba un auto de lujo a los obispos para que sus trabajos de evangelización resultaran más fecundos y menos mortificantes que los de Jesús". Don Adolfo dejó la Presidencia el 1 de diciembre de 1958. Para recibir a sus amigos, poder platicar y jugar dominó con tranquilidad, se instaló en una oficina "tan desolada y tan sencilla", en la Av. Revolución, por el rumbo de Tacubaya. Cuando no tenía visitas, escribía sus memorias. El 3 de diciembre de 1973, murió a los 83 años, pobre pero con la conciencia tranquila". El libro "Primero las bases: Biografía de Adolfo Ruiz Cortines" es de Editorial Las Animas, y fue presentado hace cinco años en la FIL.

1) "El que quiera ser el más grande entre nosotros, que sea vuestro servidor": Mateo 20,26. 2) "La grandeza de un hombre está en saber reconocer su propia pequeñez": Blaise Pascal. 3) "La grandeza no consiste en una posición destacada, la grandeza pertenece al que rechaza esa posición": Khalil Gibran. 4) "Un gran hombre demuestra su grandeza por la forma en que trata a los pequeños": Thomas Carlyle. 5) "La grandeza de un ideal no es alcanzarlo, sino luchar por èl. Alcanzarlo es sólo una recompensa". Medina. 6) "Hay grandes hombres que hacen sentir pequeños a los demás. Pero la verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes": Charles Dickens. 7) "La verdadera grandeza es la que no necesita de la humillación de los demás": Amado Nervo.

Estamos hablando de finales de los años 70, acababa de llegar a estudiar a la ciudad de México para estudiar la profesional. Fue entonces cuando escuché por primera vez esas dos voces que me impactaron para siempre, las del uruguayo Alfredo Zitarrosa –así, sin segundo apellido- y la del argentino Atahualpa Yupanqui. Era una época en la que se escuchaba mucho folclor latinoamericano en las escuelas de educación superior de México, sobre todo en la capital y en el centro de la República. Víctor Jara, Mercedes Sosa, Los chalchaleros, Óscar Chávez, Daniel Viglietti e Inti illimani, dominaban la escena en los auditorios de las facultades de la UNAM, UAM y el Politécnico, y en la CDMX había muy buenas peñas en donde se tomaba vino al ritmo de esta música. A Zitarrosa y a Yupanqui los consideraba otra cosa, al igual que a Mercedes Sosa. El pasado 23 de mayo se cumplieron 30 años de la desaparición física del “último indio” argentino, Atahualpa Yupanqui, que en realidad se llamaba Héctor Roberto Chavero y que tampoco era un indígena puro. Su padre era un mestizo de sangre quechua, pero su madre era criolla de origen vasco, o sea, una parte de sus ancestros, como casi todos los argentinos, son “hijos de los barcos”. Pero Atahualpa exaltaba su origen indígena en su música, con ese toque inconfundible de los gauchos argentinos, amantes de los asados, del vino y del mate. La primera vez que escuché ‘Los ejes de mi carreta’ me quedé prendado de la música de Atahualpa, y hoy todavía de vez en cuando la escucho saboreando un buen tinto Garnatxa (garnacha y/o grenache) para sentirme un gaucho y pensar en la inmensidad de la pampa argentina: Porque no engraso los ejes/me llaman abandonao/si a mí me gusta que suenen/pa' que los quiero engrasar… Lo escribiò Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.

La década del sesenta en los Estados Unidos fueron años muy difíciles. En 1963 asesinaron a John F. Kennedy, el magnicidio lo cometió, según la historia oficial, un fanático pro comunista Lee Harvey Oswald. En 1965 murió otro activista pro derechos de los afroamericanos, Malcolm X (El-Hajj Malik El-Shabazz), y en 1968, con tan solo unos meses de diferencia, dos crímenes cimbraron al país y lo dejaron profundamente herido, en abril fue muerto por arma de fuego el pastor bautista Martin Luther King, también defensor de los derechos civiles de la población de color estadounidense y, poco después, Robert Francis Kennedy (Bobby), que estaba en pos de la nominación del partido demócrata a la presidencia de los EUA. Mientras tanto en el mes de octubre, con una diferencia de tan solo 10 días, en México explotaba el movimiento estudiantil del 2 de octubre y la inauguración de los XIX Juegos Olímpicos de 1968. Con todo, los juegos se desarrollaron en medio de una relativa calma, hasta que el 16 de octubre en la ceremonia de premiación de la competición de los 200 metros planos, los atletas estadounidenses Tommie Smith y John Carlos, que a la postre habían obtenido las medallas de oro y plata, respectivamente, a la hora en que se entonaba el himno nacional de su país, levantaron cada quien el puño derecho e izquierdo portando un guante de piel de color negro, con la cabeza baja en señal de luto y otros aditamentos corporales en señal de protesta por la segregación racial que se vivía en su país y, por supuesto, en señal de luto también por el asesinato de Martin Luther King. La imagen de ambos deportistas dio la vuelta al mundo y fue como la bandera (el símbolo) de algo que se conoció como el ‘Black Power’ (Poder Negro). Duras imágenes, ¡durísimas instantáneas! que han quedado grabadas en la serie iconográfica de la memoria histórica del siglo XX. Foto de Wikipedia.. Lo escribió Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.