"Si no puedes ser pino alto y robusto.. que en las cumbres se llena de esplendor.. No te aflijas por ello, sé un arbusto.. pero entre los arbustos sé el mejor.. Si eres césped tan sólo en la pradera.. embellece el camino con las flores.. Y si tan solo un pececillo fueras.. sé el encanto del lago donde mores.. No podemos ser todo capitanes.. si nadie es tropa, el esfuerzo es vano.. No tan solo hay lugar para titanes.. Tenemos obra al extender la mano.. Si no fueras camino.. sé vereda.. Sé una estrella, si no fueras sol.. No ser grande es la gloria verdadera.. Cualquier cosa que seas... sé lo mejor". Es un poema religioso que subió Mimi Alemán al Facebook.

No tome a mal esta expresión, nada más es un coloquialismo para transmitir mi amor, mi debilidad, vamos, por este sagrado alimento, también popularmente conocido como blanquillo. No sé si ustedes, estimados lectores también padezcan esa debilidad, en mi caso lo traigo en mi ADN, seguro lo heredé de mi padre que, no obstante ser un consumado devorador del producto de gallina, solo unos cuantos meses lo separaron de vivir hasta los 90 años de edad. Desde que recuerdo, mi papá era feliz desayunando, comiendo y cenando huevos. Era tal su afición, que en los años 70 algunos de los huevos que se compraban en el mercado para la casa solían traer dos yemas, bueno, pues ese capricho de la naturaleza era suficiente para que los ojos le brillaran como si hubiera descubierto un tesoro. Lo mismo sucedía cuando una gallina de rancho era sacrificada por mi madre y al destazarla se encontraba con que venía cargada de lo que en ese entonces se llamaba “huevera”, a mi papá le encantaba el consomé rebosado de esas yemas en plena formación ‘huevuna’. Pese a la mala fama que le crearon, los mexicanos somos campeones mundiales en su consumo, nos comemos nada más 23.3 kilogramos en promedio de blanquillos al año, o sea aquello de que era uno de los causantes del colesterol en el ser humano nos tiene sin cuidado. No solo en México sino en el mundo entero ha recuperado su estatus como el ingrediente cardinal de numerosos guisos de los cuales un servidor es devoto: tortilla española, tortilla a la mexicana, tortilla francesa, tortilla de mariscos, omelette, frittata (italiana), rotos, estrellados, fritos revueltos tiernos, motuleños, benedictinos, en salsa, con frijoles, divorciados, rancheros, a la mexicana, tirados, a la albañil, cocido, pasado por agua, con arroz, preferentemente rojo; en capeados, en sopa china, cocido con yema líquida, y en postres como natillas, mousse, leche quemada, crema catalana, torta de elote, tarta de Santiago y ¡rompope!… y la yema cocida pero líquida es deliciosa simplemente con un trozo de hogaza de pan. Bueno, el huevo es tan pero tan chingón, que los griegos y romanos lo utilizaban para pegar baldosas. No coma huevo a huevo, hágalo por gusto, es un alimento maravilloso. Lo escribió Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.

Fueron dos mujeres de hierro, cada una en la actividad que le tocó desarrollar, fueron dos mujeres a las que distinguió el fuerte carácter, una personalidad férrea, líderes, de firmes convicciones, se trata nada más y nada menos que de María Féliz (María de los Ángeles Félix Güereña), que nació, curioso, un 8 de abril de 1914 en Álamos, Sonora y murió un 8 de abril también en México, D.F., pero de 2002; la otra fémina, también conocida como "La Dama de Hierro", es Margaret Thatcher (Margaret Hilda Roberts Thatcher, baronesa Thatcher de Kesteven) que nació en Grantham, Inglaterra el 13 de octubre de 1925 y falleció el 8 de abril de 2013. María Félix fue una actriz del cine mexicano, de la época de oro, que estuvo casada con Jorge Negrete y Agustín Lara, Margaret fue primera ministro de Gran Bretaña 11 años, entre 1979 y 1990, en donde además marcó al mundo por contribuir de manera fundamental a la caída del comunismo impulsando la apertura de la Unión Soviética (Glasnost y Perestroika), junto con Ronald Reagan además promovió el liberalismo económico en todo el mundo y encabezó la guerra de su país en contra de la Argentina por el control y la posesión de las islas Malvinas (Faulkland). Lo escribìò Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.

Es curioso cómo todas poblaciones, o al menos muchas que yo conozco, tienen un sello característico que las distingue. Puede ser un especie de árboles, Tehuacán por ejemplo, los gigantescos laureles de la India que había en su jardín central –ahí al zócalo o parque central así le llaman-; alguna planta o flor en específico como a Cuernavaca la distinguían hace mucho tiempo las bugambilias, que en la ‘ciudad de la eterna primavera las había en todas sus tonalidades adornando sus parques y camellones, a Xalapa misma la distingue una conífera frondosa como la araucaria, que aunque es una especie exótica, ha adquirido una especie de certificado de origen de la ciudad capital, y así podríamos seguir hablando de otros sellos distintivos. En mi ciudad natal, no hay una planta o árbol en particular, se podría decir de la jacaranda, pero desafortunadamente no quedan muchas, aunque hace muchos años había algo en particular que distinguía a Córdoba, y ese algo era el olor de la semilla del ajonjolí tostado y molido que despedía la antigua fábrica de aceites ‘El faro’, que hace unos cuarenta años se ubicaba dentro de un perímetro céntrico de la ciudad, luego entonces en plena época de tueste y molienda inundaba con su exquisito aroma a buena parte de la zona urbana del pueblo. Quien habrá presenciado alguna vez cómo se elabora el famoso ‘moli’ huatusqueño llamado Tlaltonile, que se elabora a base de semillas de ajonjolí y de calabaza doradas y molidas, sabrá muy bien de lo que estoy hablando, de un aroma incomparable que durante muchos años perfumó a la ciudad de Córdoba. Con la construcción del parque industrial en la época en la que fue su presidente municipal el Lic. Héctor Salmerón Roiz, la antigua fábrica de aceites ‘El faro’ se trasladó a esa área especialmente dispuesta para la instalación de factorías industriales. Otra cosa que caracterizaba a la fábrica, es que a las 7 de la mañana sonaba una chicharra que anunciaba el inicio de labores y a las 3, puntualmente, el horario de salida y terminación de la jornada laboral. Este sonido, que se oía en todo el rancho, marcaba el inicio de actividades escolares de las familias cordobesas. Lo escribió Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.

"En los primeros años de los sesentas, en el histórico taller de grabado de Guillermo Silva Santamaría, en lo que hoy es una majestuosa biblioteca, y en esa época era un nidero de actividades artísticas y culturales: "La Ciudadela", estuvieron juntos Leticia Tarragó y Fernando Vilchis, como parte de una generación deslumbrante de artistas. Que sí pensaban casarse no lo decían y ni siquiera se agarraban de las manos. Luego vino para Fernando, Polonia, una beca de un año para estudiar artes gráficas. Y allá fue la luna de miel con Leticia. A su regreso, dejaron una huella perdurable en todas las ediciones de la Universidad Veracruzana, no sólo con portadas: carteles, diagramación completa de libros y publicaciones, ilustraciones y viñetas. La influencia de ellos se perpetúa en generaciones completas dentro de la Universidad Veracruzana". Lo escribió don Emilio Carballido en la edición "Expresión Plástica. 35 artistas", del IVEC, en 1995. Foto de archivo,

Desde mis primeras visitas a Xalapa, allá a mediados de los sesentas, cuando mi horizonte musical era bastante reducido –sigue siéndolo, pero ya no tanto-, algunas de las sensaciones primarias de aquellos iniciales contactos con la capital del estado fue de que en Xalapa se escuchaba buena música. A donde quiera que iba siempre había música de fondo y me acuerdo que aquí escuché por primera vez a Astrud Gilberto, Elis Regina y Antonio Carlos Jobim, mucho Bossa-nova, que era como que la corriente musical dominante entre los xalapeños, fundamentalmente entre el estudiantado. Más tarde tuve oportunidad de escuchar a Orbis Tertius, que era un grupo de Jazz sensacional al que comandaba el gran Memo Cuevas y también por esos años eran muy populares en la capital los Hermanos Castro -¡faltaba más!- con sus ‘Más que nada’, ‘Yo sin ti’, ‘Perdiendo la razón’ y todos esos súper exitazos que los llevaron a triunfar hasta en Las Vegas, total, que para qué les cuento más, Xalapa es una ciudad musical, con una gran tradición de música apoyada principalmente porque es la sede de la Orquesta Sinfónica, de la Orquesta de Música Popular, del Ballet Folclórico de la UV y, en fin, todo lo que yo y usted conocemos y tenemos por bien sabido.  Adicionado ahora con la Orquesta Municipal de Xalapa y los grandes eventos musicales que organiza la Dirección de Cultura del Ayuntamiento . Lo escribió Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.

Lo he dicho muchas veces, nada de lo que es humano me es ajeno (Publio Terencio Africano), nada del ser humano me es extraño, nada repelo. Y no lo digo como justificación por lo que voy a contar a continuación. Seguramente para mucha gente este tipo de noticias son intrascendentes y no valen la pena detenerse un momento a leer. Pero a mi sí, tienen cierto su embrujo. Bueno, la cosa es que hace cuatro años falleció el llamado “Káiser” de la moda, de lo que los expertos llaman la alta costura, Karl Lagerfeld. Fue, por decir lo menos, un tipo extravagante con una imagen de mamón y exquisito que no podía con ella ("odio las conversaciones intelectuales con intelectuales porque solo me importa mi opinión”), pero un genio en el arte de diseñar y confeccionar prendas para dama que se cotizaban como joyas. Lagerfeld, era, para que se me entienda, una especie como de Salvador Dalí, un tipo único, un alemán rudo de origen campesino que se convirtió en el rey de las pasarelas de moda de París, Milán y Nueva York al frente de las colecciones de la Casa Chanel). Como todos los grandes costureros, se sentía único y como tal no podía ver a otros costureros, para quienes conocen de estas cosas, Lagerfeld era un genio. Antes que aquel grupo español que no cantaba y tampoco bailaba, puso de moda el abanico como un atuendo chic, por supuesto abanicado con mucho estilo. Siempre uso coleta de torero y durante más de 50 años no se quitó las gafas oscuras ni para bañar. Era un espectáculo verlo rodeado de sus modelos, despampanantes mujeres por supuesto, y él, cual rey pavorreal extendido al encendido vibrato de los aplausos que rendían culto a su magistral tijera y dedal. Lo escribió Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.

Sobre la universidad: 1) Quien fuera Oficial Mayor de la Universidad Veracruzana por 30 años, don Faustino Vázquez, se desempeñó como Rector interino de la institución, por periodos cortos, durante cuatro ocasiones. 2) Durante el gobierno de Jorge Cerdán Lara (foto) se declaró a la ciudad de Xalapa como la residencia oficial de la Universidad Veracruzana, y su primera sede se ubicó en la segunda calle de Juárez, en un edificio construido exprofeso y que quedó inaugurado el 11 de septiembre de 1944, fecha que se reconoce como el inicio oficial de actividades de la Alma Mater. 3) "La Ballena" Humberto Morales y "El Diablo" Antonio Vázquez González fueron dos de los mejores jugadores del equipo de futbol de Tercera División de la Universidad Veracruzana.

Brasil desde siempre ha provocado en quien esto escribe asombro que viene desde la majestuosidad de su territorio. Antaño, ver plasmado en un globo terráqueo el contorno de ese inmenso país me dejaba admirado por no decir anonadado. Para darse una idea del tamaño del territorio de Brasil, es un poco más de cuatro veces más grande que el nuestro y apenas poco menos de dos millones de kilómetros cuadrados menor que el continente europeo. La amazonia o selva amazónica, con todo lo que ha sido castigada por la irracional explotación, tiene una superficie aproximada de 5.5 millones de km2 y por ella atraviesa el río que lleva su nombre, sinónimo de vida, biodiversidad, ecología y esperanza para el futuro y viabilidad de la vida en el planeta Tierra. Pero hay algo más, aparte de todo lo anterior y el fútbol brasileño de antaño que me ha atraído toda la vida, y eso es la música brasileira, fundamentalmente el Bossa-nova, que es un género que reinventó el viejo ritmo de la samba que los brasileños heredaron de la poderosa emigración forzada de esclavos negros del continente africano. Ya en otras ocasiones hemos hablado de la música y de la admiración que sentimos por Antonio Carlos Jobim, esa especie de héroe nacional musical de Brasil, al que la nación carioca le debe el lugar que la música brasileña tiene en el mundo. Es de tal magnitud la grandiosidad de Jobim, que ya lo habíamos dicho también aquí, el aeropuerto internacional de Río de Janeiro lleva en su honor su nombre. Pero de la música nos saltamos al cine, y ahí hago un paréntesis para señalar varias cosas relevantes de la cinematografía brasileña que me han dejado profundamente marcado, la primera, la película ‘Estación central’ (1998) de Walter Salles, que plasma una historia dramática y conmovedora del Brasil profundo, descarnado y desamparado, con la actuación notabilísima de la veterana actriz Fernanda Montenegro; la segunda, ‘Doña flor y sus dos maridos’, que más allá de que está basada en una novela hilarante de Jorge Amado, me descubrió una de las mujeres más hermosas y sensuales de la historia del cine: Sonia Braga, con eso les digo todo, la exuberancia hecha mujer; la tercera, el Brasil del 70, que es el once que mejor he visto practicando el juego de conjunto, sin sacrificar el juego bonito, cadencioso, potente, de toque, magia, filigrana, fantasía y gambeta, y espero no haberme quedado corto en los adjetivos. Lo escribió Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.

Francisco Javier Parrilla Benita, exiliado, era el profesor de quinto año. Nació un primero de marzo de 1908 en Villar de Cañas, un pequeño municipio de la provincia de Cuenca, en la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, en la parte central de España, muy cerca de Madrid. Al igual que el resto de profesores del Grupo Escolar Cervantes en Córdoba, Veracruz, formó parte de su plantilla original a la fundación de este en el año 40. El profesor Parrilla, probablemente fue el más reservado entre los profesores del Cervantes, era de pocas palabras pero decía mucho con la mirada. Lo recuerdo todavía hoy, hasta parece que lo estoy viendo parado frente a mí, de figura más bien baja y levemente regordeta, frente amplia, cejas rebosantes, de sonrisa discreta, siempre serio y poco afecto a expresar con sus emociones. En aquella época de la escuela primaria, todavía no era censurado ni mal visto el fumar en espacios públicos cerrados, por lo que el profesor Parrilla, amante del tabaco, se despachaba cuatro o cinco cigarrillos ‘Del prado’ con filtro en plena clase, pocas veces se quitaba el pitillo de la boca en donde se iba acumulando la ceniza en una suerte de equilibrio que evitaba que cayera al suelo. ¡Cosas que recuerda uno de aquellos años! Con Parrilla conocimos el continente americano desde el Mar de Bering y las Islas Aleutianas hasta la Tierra del Fuego, Norteamérica, Centro y Sudamérica, países y sus capitales, y con él aprendimos a dibujar con el polvo raspado con una Gillette de los lápices de colores, a jugar con la luz, las sombras y la perspectiva, o simplemente a dibujar con el lápiz negro. El dibujo y la caligrafía clásica eran dos de sus pasiones y manejaba el pantógrafo con singular destreza. Parrilla fue un hombre estricto a más no poder, tenía muy claro el principio de autoridad que debía imperar en el salón de clases, por lo que su trato a los alumnos era más bien seco. Buscando algo de sus antecedentes en España, me he encontrado con que fue un sindicalista consumado y un árbol genealógico con datos familiares que se remontan hasta el siglo XVII. A la muerte de Franco y una vez restaurada la democracia en su tierra natal, el profesor Parrilla gozando ya de su jubilación regresó a vivir a España en donde falleció a una edad avanzada. Lo escribíó Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.